Reflejos en un Espejo Chino

* Francisco J. Vargas


Columna #197: ¡En Control De Nuestro Propio Destino!

(Próximamente, habrá en la siguiente página peticiones diseñadas especialmente para quienes tengan el libro Ocultismo Chino: www.acamexico.com/meteorito/peticiones.html. Quienes también busquen buena fortuna y salud pero no tengan el libro, encontrarán en las diferentes columnas de Reflejos en un Espejo Chino ya publicadas artículos varios con suficiente información al respecto.)

Observando el amanecer desde la cumbre de una montaña, cuando la oscuridad empieza a desaparecer y los primeros rayos del sol empiezan a dar suave claridad al horizonte, es posible percibir la tenue presencia del mundo metafísico llamado apropiadamente el más allá.

No es sorprendente, entonces, que en China los milenarios templos taoístas y budistas se encuentren generalmente en la parte alta de las montañas, lugar por demás apropiado para meditar sobre la naturaleza del Infierno y del Paraíso. (Dante tomó "prestada" y completa la tradicional descripción china del Infierno, misma que está plasmada en su famoso libro sobre el hirviente lugar donde los espíritus de los maldosos sufren gigantesco horno y cámaras varias de tortura. Es decir, el traductor-más-que-autor italiano creyó totalmente en la descripción taoísta-budista del Infierno [dividido, dicen en China, en más de treinta círculos concéntricos calientes y fríos], aunque taimadamente se la adjudicara luego al catolicismo.)

En realidad, aparte de la mención de torturas infernales y efectistas para atraer a las clases populares, el objetivo del budismo y del taoísmo religioso es hacer hincapié en que el Infierno es área de discordia, egoísmo y soberbia. En el Infierno no hay actos de amistad, ni de compasión, ni de generosidad. Lo que campea allí es lo opuesto a la concordia, a la tolerante naturaleza de los espíritus que habitan el Paraíso, por eso a sus habitantes les está totalmente vedada la reencarnación.

Y si como es arriba es abajo, entonces la estructura del más allá es espejo fiel del mundo terrenal. Quizás por eso países como México (y hasta continentes enteros como "Iberoamérica"), son literalmente el Infierno en la Tierra. Es decir, si el Infierno religioso es cosa del otro mundo y podemos creer o dudar a voluntad, el infierno en la Tierra debiera preocuparnos más, puesto que a nosotros los vivos nos concierne la vida ahorita, en el presente, más que el futuro después de la muerte. No debiéramos entonces experimentar infiernos antes de tiempo. Sin embargo, ya vivimos en uno.

Porque vaya que México es un infierno.

Dése una vuelta de noche por la línea internacional, en cualquier punto de la frontera norte. Allí verá hacinados a miles de mexicanos famélicos y desesperados por falta de trabajo, pero dispuestos a arriesgar la vida para entrar ilegalmente a los USA y escapar del país maravilloso que es México para los conquistadores espanholes en el poder, y para los turistas. O cuente los millones de limosneros callejeros que el explotador sistema político mexicano ha producido en los últimos veinte años (mientras, Mariquita Fox ha pedido ya más de 150,000 millones de dólares prestados del exterior, avalados por "nuestro" petróleo que solamente origina por ventas alrededor de veinte mil millones de dólares al año), así que pagaremos esos innecesarios préstamos nosotros y futuras generaciones de mexicanos, préstamos que no de sabe dónde quedan, como no sea en los bolsillos de los gobernantes ladinos, ¡y le quedan al Primer Uñas-largas del país otros tres años para pedir préstamos similares!, de ahí la necesidad de subirnos los impuestos, por cierto sin miedo alguno a que la agachona y persignada indiada les queme su lujoso palacete a Fox-y-Marta.

O sáquele cuentas al número de jóvenes desesperados por el desempleo y la pobreza que se suicidan diariamente mientras el presidente Fox cancela programas sociales a diestra y siniestra para robar más dinero (no tardaremos en ver casos de canibalismo entre la indiada debido a la hambruna que ya azota actualmente Mexico).

En cambio la concubina (religiosamente hablando) del presidente, la maligna bruja de Los Pinos, viste por primera vez en su vida a todo lujo, presume joyas carísimas y derrocha sin control el dinero de todos. Quien nunca tiene y llega a tener, loco se quiere volver. Además, Marta exige a los agachones legisladores nuevos impuestos para financiar su mafufa y costosa campaña por la Presidencia de México en 20006. Eso a pesar de que en la primer semana de enero del 2004 el Congreso, en sesión sigilosa y extraordinaria, aprobó con pilón el presupuesto solicitado por el Gobierno (le dieron más dinero a Mariquita Fox del que les pidió, pues de esa misma partida Hacienda recompensara luego a los cómplices diputados por debajo de la mesa con los famosos cheques de a millón de dólares). Acuérdese que los legisladores y Fox pertenecen al mismo ejército gachupín de ocupación. Por eso Mariquita Fox trató después de proteger a los diputados traidores a la patria diciendo la siguiente mentira: "Fuimos por lana (al Congreso) y salimos transquilados." (A ver cuándo aprende a hablar español el güey.)

Note usted que nadie en los medios de (des)información, ni televisos ni jornaleros de la tecla (reporteros y periodistas no-pensantes o simplemente corruptos), señaló tal crimen del Congreso contra el pueblo, pues aparte de que fueron maiciados, gobernantes, legisladores y tecleadores son todos ellos ladinos.

¿Y los indios mexicanos vencidos? Ah, pues ellos que mueran de hambre y enfermedades, que para eso son esclavos de los gachupines en el poder. Para los nativos mexicanos lo único que hay en este país-infierno es la peor discriminación y exterminio de indios que el mundo haya jamás admitido y permitido, pues todo mundo anda apendejado por el supuesto holocausto judío y por africanos muriéndose de hambre.

Y chínguese el indio.

Créamelo, el Infierno esotérico no puede estar mucho peor que el infierno mexicano. Por eso México está claramento dividido en dos partes: el minúsculo y paradisíaco México de mis amores de Marta y su títere Fox, y demás avariciosos gobernantes ladinos representando al ejército gachupín de ocupación, y el gigantesco y aterrador infierno de los mexicanos explotados, asesinados y despojados de sus tierras por los invasores. Y de pilón los chupa-sangre Mariquita Fox, el Parásito de Hacienda Francisco Gil y la maligna bruja de Los Pinos, exigen una reforma fiscal brutal y totalmente fuera de la ruinosa realidad que vive el país.

La descomunal e indecente riqueza que espanholes y criollos han acumulado en México (que les aproveche a los cabrones), está manchada con la sangre de millones de mexicanos discriminados y asesinados o forzados a morir de hambre, impedidos de disfrutar también de la ventajas que el país produce. Diez millones de parásitos invasores chupan sádicamente la savia a noventa millones de nativos indígenas y mestizos. Y ni quién se apiade de ellos.

¿O sí? Porque afortunadamente, enmedio de este aquelarre sangriento, la esperanza nos llegó vestida de metafísica china. Digamos entonces que aunque la justicia celestial a veces es lenta, siempre es infalible.

Y no hay plazo que no se cumpla, ni fecha que no se llegue, según dice la gente. Porque los cambios de poder terrenal por medio de la metafísica no siempre se dan de la noche a la mañana, ya que los dioses son cautelosos y parsimoniosos por naturaleza. Tuvieron que pasar casi quinientos largos y pesados años antes de que las divinidades se hartaran de las escalofriantes e inhumanas maldades de los invasores ibéricos en México, pero finalmente las continuas quejas de los espíritus de los ancestros frente al Juez de la Muerte rindieron fruto, y los dioses han tomado partido por los nativos mexicanos, prueba de ello es que los otrora secretísimos rituales taoístas están ya al alcance de todos en el libro Ocultismo Chino.

No importa si la duración del proceso metafísico, político y pacífico de emancipación es corta o larga, de un año o de un siglo, pues aquí no hay campo de batalla visible, ni participación física o pública de los hacedores de rituales.

Digamos entonces que alegóricamente, y desde el punto de vista estratégico-metafísico, para los mexicanos llegó la hora de sentarse a la puerta a ver pasar el cadáver del enemigo, pues han convergido en México el tiempo (Año del Mono), el lugar y el método apropiado para defenderse.

Para que se de una idea de la importancia esotérica del momento, permítame decirle que si usted agarrara todos los libros sobre temas de metafísica china que en los últimos diez siglos se hayan escrito y los lanzara juntos a un horno, no se perdería ni el diez por ciento del conocimiento que contienen las páginas del libro Ocultismo Chino, y falta de contabilizar la información adicional sobre rituales que seguirá fluyendo en esta columna. (De acuerdo a la adivinación china, en los próximos diez siglos no habrá información de ninguna otra fuente que supere la importancia e influencia metafísica de este libro, pues así lo desean los dioses.)

Y lo mejor: lo estupendo del esoterismo chino es que el número mínimo de oficiantes no-ladinos necesario para principiar la transformación infierno a paraíso para los nativos, y paraíso a infierno para los gachupines, es de tres. O sea, inicialmente se necesitan únicamente tres libros/oficiantes para formar el legendario triángulo mágico. Y ni siquiera necesitan conocerse entre ellos los hacedores de rituales, pero al quemarse peticiones en tres altares caseros distintos con el mismo objetivo, echan a rodar fácilmente la bola de nieve metafísica. Después, nada ni nadie podrá parar el poder emanado de los rituales, pues los nuevos oficiantes que a diario se vayan sumando a los tres oficiantes originales darán forma eventualmente a un gigantesco e invisible ejército mundial de hacedores de rituales chinos para el cual ya no se pondrá jamás el Sol. Al menos durante este milenio.

(De acuerdo a ciertos principios taoístas, una vez alcanzado el primer triángulo de oficiantes este se reproduce automáticamente a perpetuidad, haciendo el potencial número final de hacedores de rituales verdaderamente ilimitado e incalculable. Reduciendo el concepto al plano de aritmética básica, vemos que el número original de oficiantes [tres] crecerá inevitable y geométricamente [a 6, luego a 12, a 24, a 48, a 96...], hasta alcanzar un número infinito e inimaginable en estos momentos.)

Todo porque cuando los dioses permiten las cosas, nada es difícil.

Dígalo si no: La difusión de los rituales chinos en México ocurrió cuando los ladinos en el poder, cegados por los dioses, se equivocaron y permitieron que su propia suerte fuera decidida por sus víctimas indígenas y mestizas. Resulta que los conquistadores son levantiscos adoradores de la fuerza bruta, nada les produce más placer que robar y aplastar bajo su bota a la indiada. Con invasores así es menester utilizar sus propias armas contra ellos. Así que bastó "avisarles" que sus propias víctimas los llevarían cantando y bailando a la trampa de los rituales chinos, para hacer que los ladinos se carcajearan y ensoberbecidos se voltearan para otro lado. En su infinita arrogancia imaginaron que ellos son el tigre y los hacedores de rituales solamente un perrito que los quiere matar a ladridos. Y así les fue, porque este arroz esotérico ya se coció. ¿Quién podrá volverlo a su estado crudo original?

¡Pos nadie!

¿Resultado? Cinco mil años de estrategia militar china y rituales secretos taoístas aterrizaron de golpe y porrazo en manos de los mexicanos no-ladinos. Y sin que haya necesidad de pertenecer a secta secreta china ninguna para obtenerlos, pues así lo han decretado los dioses, las leyes de retribución kármica, y el divino Arte de la Guerra.

Sí. El temible Arte de la Guerra chino.

No olvidemos que la verdadera estrategia militar china (no la de libritos de bolsillo con citas militares varias), no es juego de niños. Generalizando, se puede decir que la estrategia china concentra 36 poderosísimas ramas de conocimiento que de seguro parecerían fuera de lugar a estrategas militares occidentales si las conocieran, pero que sin ellas el Arte de la Guerra no sería lo que es.

Algunas escuelas de estrategia militar china, como la mítica Escuela del Meteorito Rojo, cuyo método ha sido trasmitido en forma ininterrumpida desde la Dinastía Sung (960-1127 d.C.), contienen no menos de 27 ramas de conocimiento, algunas de ellas aparentemente ajenas al medio militar. Por ejemplo. No hay estratega de respeto que ignore los principios de la supersecreta alquimia taoísta (Sun Tzu la conocía al dedillo), origen de la hueca "alquimia europea." Una de las varias virtudes de la alquimia china es incrementar el nivel natural del intelecto humano, ya que con niveles normales de inteligencia no es posible diseñar tácticas y contratácticas extraordinarias. Nomás vea lo que le pasó al seboso Saddam en Irak, quien nunca supo cómo contrarrestar el elemental y prehistórico principio de fuerza-contra-fuerza que le aplicaron a ciencia y paciencia los ejércitos occidentales. Militarmente, ni el cerebro de Saddam ni el de sus generales dio para mucho, por eso ahora están obligados los iraquíes a utilizar desgastantes tácticas de guerrilla en terreno propio pero ocupado por su enemigo.

Otra rama del Arte de la Guerra explica los presagios militares, presagios que todo mundo ve pero que conciernen directamente al ámbito armado. Y es que tales augurios tienen una lectura definida en cuanto a gobiernos se refiere, por eso ciertos cometas y meteoritos, cuando aparecen en épocas marcadas específicamente en los anales astrológicos militares, son presagio de desastre total para la clase en el poder. Ahorita mismo está apareciendo sobre "Iberoamérica" la página de Internet donde estarán archivadas las peticiones de esta columna, y cuyo símbolo alegórico es el meteorito rojo, sinónimo de destrucción total a su paso. Eso es también un presagio militar, significando que los dioses han entregado ya alguna forma de poder divino a países oprimidos militarmente para que esos pueblos retomen el control de su destino en sus propias manos.

Porque el conocimiento divino en manos del hombre tiende a manifestarse en diversas formas, usualmente catastróficas para las clases gobernantes: La aparición repentina de líderes militares excepcionales, colapso de sistemas económicos, descontento generalizado de la gente hacia sus gobiernos, difusión de algún método fabuloso de metafísica o estrategia para que se defiendan las víctimas de abusos gubernamentales, terribles catástrofes naturales, etcétera.

La estrategia y la metafísica china son parte del mismo método, aunque con principios diferentes. Y su esencia se reduce a lo siguiente: No hay poder humano más grande que el saber y poder decidir por nosotros mismos nuestro futuro. A través del uso adecuado de los rituales chinos se evita que otros --gobernantes, curas, propaganda política, medios de (des)información, autoridades, banqueros, empresarios, películas, maestros, cónyuges, patrones-- decidan por nosotros. Así se les arrebata de sus manos el control y se obtiene la independencia económica, política, religiosa y militar. Y eso, niñas y niños, es el verdadero significado de ser dueños de nuestro propio destino, ya que los rituales limpian el camino del adepto al derribar los obstáculos presentes, pero especialmente los problemas futuros.

Ese milenario principio oriental no es desconocido entre nosotros, pero por acá se desconoce su significado total. El presidente americano Abraham Lincoln, por ejemplo, lo repetía constantemente ("Yo soy el arquitecto de mi propio destino"), pero finalmente quien decidió su suerte fue un asesino, evidenciando que a pesar de que los dioses le advirtieron con días de anticipación su muerte, Lincoln no entendió nunca el significado del principio ni pudo manipular su propio futuro.

Es posible pues, con la ayuda de los rituales chinos, revertir lo negativo en positivo. Pero además, se puede causar secretamente la derrota de los enemigos, cambiándoles su riqueza en pobreza y sus alegrías en tristezas. Porque con los rituales tenemos en nuestras manos el control total de nuestro destino, sí...pero también el de los demás.

Porque nada sucede en este mundo --guerras, conquistas y liberaciones, cambios de gobierno, desastres o bonanzas económicas, revoluciones, huelgas, imposición de religiones-- que no esté conectado de una forma u otra a los designios celestiales. De manera que el estratega que no actúe conforme a los cánones del Cielo, carecerá de brújula en sus acciones. Por eso no hay que hacer nada que atente contra los deseos de los dioses, pues es algo similar al suicidio. Eso explica porqué un rico podrá quemar un millón de dólares para arruinar a un pobre, pero la víctima lo neutralizará fácilmente con sólo quemar un dólar, ya que la justicia divina no se compra.

Un pilar de la metafísica china es precisamente la adhesión al principio de buena conducta, ya que hasta en cuestiones políticas mayores el principo taoísta de la reciprocidad aplica. Si los gobernantes hacen demandas irrazonables a los gobernados, pero evitan regresarles consideraciones como las que demandan, la relación entre gobierno y pueblo se hace añicos y los rituales chinos destronarán inevitablemente a los líderes abusivos. Los anales esotéricos chinos advierten: "Los deseos del pueblo son los deseos del Cielo porque los dioses ven por los ojos de la gente (a través de los rituales)."

Ahora bien. Sabiendo ya qué es la estrategia militar china, no es ocioso mencionar algo sobre el significado y la importancia de la otra cara de la moneda, el concepto "ritual."

La palabra "ritual" fue definida por los chinos de hace milenios como el arte de comunicarse inteligentemente con otras personas, esencia pura de la civilización. Este conocimiento no es natural, es menester aprenderlo de maestros ya que nadie nace siendo experto en rituales. De la comunicación entre los hombres se generan la ciencia, la filosofía, la religión, la metafísica, la estrategia, la medicina, la literatura. Inclusive el acto de aprender cara-a-cara con un maestro es un ritual, como lo es también el acto de comunicarse con los dioses por medio de ceremonias especiales, ya que el ritual tiene idea, significado y simbolismo.

El ritual actuado frente al altar casero tiene principio, intermedio y final, pues si no fuera así la persona ejecutaría gestos mecánicos varios, pero no un protocolo. El protocolo civil utilizado en los gobiernos también es un ritual, diseñado originalmente hace dos milenios y medio por Confucio. Las formaciones militares, los uniformes y sus colores, los grados en los ejércitos, las banderas, también fueron inventados originalmente en China como parte de rituales militares, así como el matrimonio, la estructura de la familia y su orden de parentescos tal y como los conocemos hoy, y muchas y diversas formas ceremoniales que eventualmente fueron importadas a Europa por misioneros católicos, por militares y mercaderes.

La misma Iglesia católica no existiría en su forma actual sin los rituales taoístas y budistas que los misioneros vaticanos aprendieron en China y luego incorporaron al cristianismo. Curiosamente, no hace muchos meses un diario mexicano publicó una fotografía en la que el cardenal Juan $andoval Iñiguez tiene las palmas de las manos entrelazadas haciendo con los dedos un signo extraño para los mismos católicos. Pero aunque $andoval apantalla nacos por acá, ese signo (uno de siete en un método budista chino), es comun en China, lo que demuestra que los curas todavía utilizan simbolismos y rituales chinos. Se puede saber fácilmente el origen de cada sistema de rituales, porque tales signos son parte de métodos completos, métodos usualmente pertenecientes a sistemas religiosos orientales. Por eso se puede rastrear fácilmente su raíz.

Agreguemos que los rituales chinos de metafísica unen la espiritualidad con los movimientos físicos del adepto, todo en busca de la atención de los dioses. Tales rituales son similares a los que se llevan a cabo generalmente en los templos. La diferencia es que en la iglesia, si los creyentes desearan comunicarse directamente con los dioses durante servicios como la misa y el rosario, no les sería posible, pues allí el intermediario entre hombres y dioses es el sacerdote. Esto no es bueno para el individuo. Es aceptable llevar a cabo en templos servicios mayores tales como bautizos, bodas y funerales, pero nada iguala la importancia del altar casero cuando se trata de obtener rápidamente la ayuda de los dioses. Al hacer sus propias peticiones y ofrendas, el oficiante obtiene contacto directo con los dioses, o con los espíritus de sus ancestros, sin necesidad de intermediarios. Eso sí que es ventajoso para el adepto.

Y otra cosa. Confesarse con los curas es lo peor que la persona puede hacer, pues no es negocio de otros saber o investigar lo que la gente hace o deja de hacer. ¿Por qué? Porque se corre el peligro de que los clérigos vendan esa información, la entreguen al gobierno, o la utilicen para el chantaje como vemos que sucede constantemente. Por eso los curas alteraron taimadamente el principio de confesión que aprendieron en los templos de China, donde la persona se "confiesa" directamente frente al icono de su preferencia. Acá, los curas obligaron a los creyentes católicos a decirles a ellos sus secretos con el ingenuo cuento de la "absolución." Pero si algo tiene la persona que confesar, lo mejor es hacerlo directamente a los dioses en el altar casero, en voz alta o quemando peticiones. Es la manera más segura de que ninguna otra persona se entere de lo que no le importa.

En cuanto a las peticiones, nadie está obligado a hacer rituales que no sean para atraer únicamente prosperidad y buena fortuna para sí mismo y para su familia. Cualquier otro tipo de ritual, digamos político o militar, es opción del adepto, algo enteramente personal. De lo que no hay la menor duda es que se puede influenciar directamente a gobiernos e instituciones varias a través de rituales chinos, no por nada la Iglesia católica lo ha hecho durante los últimos mil años con éxito. (Por eso los curas no quieren hacer en México trabajitos individuales de ocultismo a católicos no-ladinos --digamos exorcismos, embrujos, expulsar fantasmas enfadosos de casas o negocios, etcétera-- pues ellos están para vender esos rituales al mejor postor, usualmente a ladinos ricos nada más, por aquello del secreto étnico.)

Como es fácil imaginar, desde tiempos inmemoriales y hasta la fecha, emperadores soberbios hubo, y presidentes arrogantes hay, que se negaron y niegan a aceptar la posibilidad de intervención divina en el manejo de sus imperios y cotos de poder. Para ellos el poder de las armas y el tamaño espectacular de sus ejércitos bastan y sobran para mantener empinados a sus gobernados, y ningún elemento metafísico o militar en manos del pueblo, por muy apocalíptico que sea, tendrá valor alguno ni cabida en sus planes y pensamientos.

Tal incredulidad, común en gobernantes opresores, tiene sus virtudes, ya que no podrían explotar naciones enteras si vivieran eternamente atemorizados por los efectos de rituales. Desgraciadamente para ellos, si los dioses no influyeran en el ejercicio mundial del poder, entonces los derrocamientos de dinastías y gobernantes serian totalmente inexistentes e innecesarios. Si los rituales chinos fueran embustes, y si la permanencia de los gobiernos dependiera exclusivamente de banqueros y ejércitos, de estrategas y de políticos, entonces el mundo viviría en paz eterna. ¿Quién necesitaría de elecciones, re-elecciones, rebeliones, amotinamientos, revoluciones, insurrecciones y "alzamientos?" ¡Nadie!

Pero ay, nunca falta el maldito pelo en la sopa.

El molesto factor inestabilidad impide la felicidad completa de los conquistadores y opresores, pues el poder terrenal es escandalosamente frágil por naturaleza, y más cuando los opositores políticos conocen de metafísica. Todo en el universo está sujeto a la ley de los cambios, incluidos planetas, hombres y cosas. Eso explica porqué los estrategas militares chinos utilizan la metafísica. Buscan acelerar los cambios necesarios, pues el uso bélico de ciencia y tecnología ni puede ir más allá del presente, ni aplica al pasado. De ahí que se utilicen los rituales chinos para dar forma al futuro a gusto y conveniencia de los adeptos, con el resultado de que los poderosos nunca pueden eternizarse en ninguna parte.

Y no es que los ejércitos y el armamento sofisticado sean totalmente inútiles cuando de sostener a los conquistadores en el poder se trata. Al contrario, el estratega que menosprecie la importancia del factor militar estará perdido antes de librar su primera batalla. México es triste ejemplo de tal principio, pues precisamente por ignorar el potencial militar ladino ningún nativo ha podido zarandear a los conquistadores gachupines. ¿A quién en su sano juicio, aparte de nuestra descocada indiada, se le ocurriría enfrentar soldados armados hasta los dientes y al servicio único de los ladinos, con piedras, palos y machetes solamente?

Por no saber calcular el factor militar correctamente es que cada mañana al despertar los nativos mexicanos encuentran que todavía están ahí los parásitos priístas-perredistas-panistas, los curas, los terratenientes, los legisladores, los encomenderos como el presidente Mariquita Fox, las codiciosas viejas de presidentes y gobernadores, los voraces empresarios, los televisos y teveaztecos, los gobernantes, y los changos verdes del Ejército, pegados todos estos sujetos al pueblo cual sanguijuelas chupadoras de sangre.

Pero la estrategia china combinada con la metafísica es un animal totalmente diferente a lo convencional, tanto que hasta antes de la publicación del libro Ocultismo Chino no había fórmula eficaz para pasarles la factura a los gachupines por sus bárbaras fechorías y genocidios. O cuando menos, para mandarlos de regreso a su Espanha linda y querida con una mano delante y otra por detrás. Cuando el poder político, económico, religioso y militar se neutraliza con rituales chinos, evitando confrontaciones físicas cara a cara, entonces no importan ni el tamaño ni el armamento de ejércitos enemigos, pues eventualmente su fuerza se verá altamente disminuida.

No se hable más, entonces.

Pero no está de más un grito a tiempo para quienes adquieran el libro Ocultismo Chino.

El libro está impreso y construido deliberadamente en forma especial para que, si el lector gusta, pueda copiarlo fácilmente y compartirlo con familiares, amigos o hasta extraños. Tampoco la versión electrónica, en floppy, y en CD de Ocultismo Chino tienen candado alguno para evitar reproducirlos a discreción del lector. Esto demuestra mi sinceridad si le digo que yo no tengo especial interés en vender muchos libros, pues yo no vivo del cuento, digo, de vender literatura. Mi misión en esta vida es otra. Gracias a los principios chinos de dinero y a la metafísica, desde hace años resolví cualquier problema económico y de vivienda que pudiera tener en esta vida (y todavía quedará un restillo de dinero para llevármelo conmigo al otro mundo), aunque viva siglo y medio.

Y la cereza del ice-cream es que frecuentemente encontrará en esta columna más información práctica sobre ocultismo chino. O sea, rituales nuevos para activar todas las ceremonias descritas en el libro Ocultismo Chino.

Eso sí. Debo prevenirle que el amigo de hoy será su enemigo mañana, nomás en cuanto él le encuentre su lado vulnerable. Y de los parientes y compañeros de trabajo, ni hablar. Por eso hay que pensarlo bien antes de compartir con otros el arma metafísica que es el libro, pues podría resultar que tal imprudencia solamente le garantice ser atacado tarde o temprano con rituales, y que para cuando usted se arrepienta de su equivocada generosidad sea demasiado tarde. No olvide que el libro Ocultismo Chino contiene el 95% de la información existente sobre metafísica china, y un 4% adicional vendrá en próximos artículos en esta columna, lo cual le dejaría a usted con escasísimo margen (uno por ciento) para contraatacar.

A menos que usted sepa más de lo que el libro Ocultismo Chino contiene en sus páginas, no sería mala idea mantenerlo alejado de amigos, amantes, vecinos, compadres, hermanos, primos, cuñados y otros parientes, pues podría usted perder la paz y la tranquilidad para siempre si lo clavan sin piedad con rituales terribles. Los peores enemigos, lamentablemente, siempre resultan ser los de nuestro propio entorno, los que saben nuestros planes y debilidades y por lo tanto proceden a manipularnos, especialmente si usted mismo les pone los rituales en la mano para que lo acuchillen. Yo puedo neutralizar cualquier ritual en este libro y en esta columna (por eso los charros negros vaticanos me han pelado los dientes tratando de pegarme con mis propios rituales), pero ¿y usted? (Le recomiendo leer la columna #55.)

Dicho lo anterior, usted haga lo que le parezca más conveniente.

Colofón: Las peticiones en la página del meteorito rojo han pasado por un proceso previo de magnetización esotérica para que nadie las detenga, de otra manera los ladinos intentarían bloquearlas con los mismísimos rituales del libro Ocultismo Chino. Por eso digo que hay que saber más que el Diablo. Es aconsejable entonces que las peticiones de los hacedores de rituales no-ladinos (aunque nada tengan que ver con política), sean hechas en las hojas del meteorito rojo, pues son prácticamente imposibles de obstruir. Aunque si lo prefiere, usted puede hacer sus peticiones en cualquier hoja de papel.

Eso es todo.


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* Master, Estrategia Militar China

E-mail: visionpf@direct.ca


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