Reflejos en un Espejo Chino

* Francisco J. Vargas


Columna #199: El Lado Divertido De La Vida (Tres)

¡Hasta que les metimos gol a los pinches espanholes!... Don Felipín, madurito príncipe gachupín e hijo del rey de Espanha, pretendiente indiscutible al bastante descascarado tronito de la península (a ver si matando iraquíes en vez de indios "iberoamericanos" se recuperan otra vez económicamente en la "[puta] madre patria"), por fin aceptó casarse.

Ufffff, pues que alivio para sus súbditos.

Hasta a mí me tenía el nene con pendiente, pues apuntaba sospechosa y peligrosamente para el clásico solterón empedernido. Me imagino que también los gachupines mexicanos que hablan arrastrando zetas y gargajos estarán jubilosos con la boda próxima de su principito -los televisos y su caponero el M&M Azcarraga-3, los teveaztecos con los monosabios JoseMamón y Luis García a la cabeza, la maligna bruja de Los Pinos, Mariquita Fox y doña Meche, el senador "jefe Diego," el ex-presidente Miguel de la Madrid, Cuauhtémoc Cárdenas... En fin, la cuadrilla entera de criollos nacionales.

Ésa es la buena noticia.

La mala nueva es que don Felipín se va a casar...con una mujer de segunda o tercera mano, perdón, quise decir con amplia experiencia en asuntos de alcoba.

¿Resultado? Pues nada, que los mexicanos pasamos por la penosa contrariedad de tener que comunicar algo nada fragante sobre el asunto del romance real. Bueno, la noticia podrá ser negativa para los desagradables gachupines, pero francamente divertida para nosotros los indígenas y mestizos del montón. Y es que como populacho que somos, nos encanta reírnos de las babosadas que aquejen a los ladinos de ambos lados del mar Atlántico. Ya ve que ni la caballona de Carlota, la mujer de Maximiliano de Hasburgo, se nos escapó ya que la indiada la apodó "narices de pelota," y cosas peores.

El chisme empezó de la siguiente manera. Resulta que hace años, tantos que fue en el siglo pasado y ella todavía tenía la piel algo tersa y lozana, la futura esposa del príncipe Felipín y quizás también futura reina del país retacado de bailaores de pandereta y castañuela, quiso correr mundo. Nada nuevo en eso, pues cualquier mujer joven que se respete tiene derecho a ser liberal de pensamiento y cuerpo.

Así que a la susodicha, de nombre Letizia (con z), le dio por venirse a México a pasar experienzias y el rato, dizque "trabajando" para un periódico nacional.

Claro, a esa edad a nadie le importa el futuro, sino gozar la vida, sobre todo en tierra de indios.

A la chica Letizia, entonces, le dio por entregarse a la tarea de dejarse conquistar por jóvenes mexicanoz, así que más de un connacional ya se dejó caer a la próxima esposa del príncipe. Hasta ahí, nada malo. A lo mejor puro bueno.

Pero los jóvenes tienden a los excesos, especialmente en sexo y estimulantes. Los chinos, observadores non de la naturaleza humana, dicen sobre el tema que no se puede confiar en las mujeres para cosas serias porque tienden a restarle importancia a situaciones solemnes (exactamente como hace aquí la bruja maligna de Los Pinos) y a interesarse más por placeres sentimentales y sexuales.

Y mire que sí. Porque si usted toma nota, mujeres socialmente importantes se han visto envueltas en escándalos sexuales desde el comienzo de la civilización. Ya encarreradas, nomás no oyen consejos de sus mayores. No importa si la mujer es bonita o fea, rica o pobre. Sencillamente el placer carnal las enloquece de más y les vale madre todo hasta que echan a perder su propia vida.

La debilidad sexual de las mujeres ha sido siempre explotada por hombres sinvergüenzas. No solamente por tenorios en busca de sexo fácil, sino por hombres malignos buscando poder y riqueza a través de ellas. Desde pontífices y obispos, hasta méndigos padrotes de cantina, todo hombre sabe que si la mujer está satisfecha sexualmente es fácil llevarla hasta posar para revistas pornográficas, o a vivir de la prostitución, o hacia peores formas de degradación femenina.

Para no ir muy lejos, veamos el ejemplo del pimp que publica la revista Playboy. Los agentes de este explotador de mujeres se anuncian en los dormitorios de las mejores universidades femeninas, incitando a las muchachitas a posar desnudas para la revista. Claro que nunca verán sus fotografías la luz del día, pero en el momento en que adquieran fama por otro lado, digamos en el cine o en la televisión, y se quieran poner difíciles con sus contratos, misteriosamente aparecen las fotos desnudas que ellas creían desaparecidas y amenazan arruinarlas al publicarlas si no acceden a ser manipuladas por productores o directores. Ni siquiera necesito mencionarle la magnitud de la maligna red de explotadores que medran a la sombra de tal revista. Ahora imagínese la mierda que para las mujeres son el Cine, la Televisión, los concursos de belleza, los desfiles de modas. ¿O de verdad se creé usted que únicamente por caminar en la pasarela con agria cara de A-de-la Micha y moviendo la colita unos minutos les dan las millonadas que les pagan?

De manera que la gachupincita Letizia navegó al principio sin problemas sexuales en México. Pero luego tuvo la mala fortuna de toparse con un artista cubano radicado en México. El vivales jaló a la muchacha para donde él quería. Es decir, al menos hay evidencia pictórica de que la taradita posó desnuda tres veces para el dizque "artista." Y luego el listillo vendió uno de los cuadros, escondió otro por si un golpe de suerte lo encarecía (como efectivamente sucedió), y colgó sin remordimientos la tercera pintura en la pared de un restaurant que tenía en la Guadalajara de la Nueva Espanha.

En otras palabras, antes que el príncipe Felipín ya hubo miles de mexicanos que le vieron las chiches en todo su esplendor a su próxima consorte. Y de gratis, mientras se engullían un cóctel de camarones al ajo, o unos frijoles y arroz estilo moros y cristianos.

Estoy seguro que Letizia, cuando volvió a Espanha, olvidó el incidente donde posó para el cubano, considerándolo a lo peor una aventura juvenil. Al menos hasta que se supo lo de su próxima boda con el príncipe, y "coincidentalmente" el cubano soltó la sopa sobre la identidad de la modelo en sus cuadros. Es decir, el cuadro que todavía le queda al caribeño (porque el del restaurante ya no existe), vale literalmente oro molido.

Si no quiere una sorpresa todavía más desagradable, como por ejemplo ver ese cuadro rentado para cubiertas de cajas de cerillos, el príncipe Felipín tendra que mandar a un agente confidencial a negociar y finalmente pagar lo que el cubiche le pida por la "obra de arte," o sea doña Letizia en pelotas.

Siempre vivirá el vivo del más pendejo.

El problema de las mujeres enamoradas, decía, es que no importa su educación ni su raza ni su posición social, siempre tienen un punto ciego sobre los hombres y tienden a creernos estúpidamente todas las mentirotas que les contamos. No importa qué les digan los padres para prevenirlas, cuando la temperatura de la sangre les sube, las mujeres pierden la razón...y a veces terminan exhibidas en paredes de restaurantes cubanos mucho antes de atrapar un aristócrata.

Ni para qué esperar otra cosa de la mayoría de muchachas "liberadas" que no sea lo mejor de lo peor. Aunque sean hijas nuestras.

Ahora que también hay que aclarar que el principito gachupín no está para exigir mucha moralidad que digamos.

Al igual que el príncipe Charles de Inglaterra, Felipín fue educado en un ambiente autoritario, con un padre que se las daba de barato Tenorio de barrio y maestros estrictos. De manera que desde que empezó a cortejar chicas ninguna de las jóvenes princesas o simplemente aristócratas de Europa lo satisfacían emocionalmente como pareja, pues esas mujeres están muy verdes, muy obedientes.

Así como Charles con Camila, los príncipes buscan mujeres feas y/o autoritarias, mujeres ya curtidas en la vida que les griten y les den de fuetazos en las nalgas pelonas a la primer contrariedad, y de esa manera los hagan sentir menos culpables por tener tanto mientras el mundo casi muere de hambre (ese es también el problema mental de Mariquita Fox con su vieja).

Felipín anduvo con mujeres hermosísimas, pero siempre las abandonaba por sumisas. Ahora ya tiene quien le grite en público y le pegue en privado sin miedo a lo que representa en la sociedad, y él feliz de la vida. Bien decían los playboys rancios: A las reinas hay que tratarlas como putas, y a las putas como reinas. Pues igual con los príncipes de hoy, hay que tratarlos como putas para que se casen de inmediato con las mujeres que los maltraten (¿verdad, Marta?).

Precisamente para eso sirve la "caja negra" de metafísica china, para evitar que les sucedan cosas así a hijos de hombres poderosos o previsores. Pero primero hay que saber para qué sirve el dinero.

Por lo pronto, no hay "caja negra" que salve ya al principito Felipín del ridículo, por muy "moderno" y tolerante que quiera aparecer ante el público y aunque sus amigos y súbditos se hagan los disimulados.

A ver qué dicen a la mera hora los invitados a la boda. Pero ante Letizia, Felipín no tiene mucho espacio para recular, por eso los reyes mejor dieron su anuencia al matrimonio, no sea que pase lo de Charles y Diana.

Y si don Felipe y la Letizia son felizes, nosotros con mayor razón estamos muertos de la risa.


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* Master, Estrategia Militar China

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