Un avispado joven mexicano (la inteligencia no es cuestión de edad), pregunta por qué poco o nada de lo que publican periódicos y revistas es aplicable a sus actividades en la vida diaria.
Desafortunadamente, agregaría yo, la escasez de conocimiento práctico distribuido al público es la norma no sólo en los medios, sino también en la educación pública, en la religión, en cine, radio y televisión. En la sociedad toda, para acabar pronto. Pero el problema no es único en México. Lo mismo pasa en Espanha, en Latinoamérica, en todo el mundo occidental. Lo mismo en inglés que en espanhol, la información de valor está intencionalmente restringida al público, pues "La información importante proporciona poder."
Pero, ¿quién restringe la información al público? ¿Y con qué fin?
A explicarlo vamos, a ver si nos entendemos.
Pero antes, visualicemos el conocimiento como un brillante objeto celestial. Digamos como la Luna. Luna nomás hay una, pero su luz es visible en el mundo entero. El hombre percibe la luz lunar directa o indirectamente, pero al igual que el conocimiento, esa luz proviene de una misma fuente. El agua, por ejemplo, refleja la luz de la Luna en el mar, en los ríos, en los lagos, en los charcos y hasta en una taza de agua. La luz proviene del mismo lugar, pero se refleja en distintas formas y en distintos grados de intensidad. Si las aguas son claras y limpias, la luz se percibe con claridad y el hombre hasta siente que puede tomar la Luna en sus manos al meterlas al agua. Si por el contrario las aguas son lodosas y turbias, ni la Luna ni su luz se pueden apreciar totalmente.
Ahora imaginemos que el conocimiento humano práctico es como la luz lunar que necesita de aguas claras para reflejarse con suficiente intensidad en la sociedad. Una sola fuente de luz, muchas luces reflejadas. Pero para que ese conocimiento le permita al hombre de a pie progresar, primero debe bajar como cascada de agua, de arriba hacia abajo. Dicho al revés, son los gobernantes y personas en posición de autoridad civil, militar y religiosa quienes deben velar para que hasta los más bajos niveles de la sociedad llegue el conocimiento práctico en forma continua y gratuita, o al más bajo costo posible. Ésa es la obligación primordial de los gobiernos en países verdaderamente civilizados.
¿Por qué entonces las cosas no son así?
La respuesta no es un secreto, pero es difícil de tragar. Lavados de cerebro que nos tienen nuestros líderes a través de películas, malos maestros y curas mañosos, pocos ciudadanos entienden que los gobiernos occidentales son controlados por ladinos-judíos. Naturalmente que ellos desean ser los únicos bien informados y por eso monopolizan el conocimiento.
Si examinamos lo que pasa en México sabremos lo que pasa en el resto del mundo occidental, pues lo único que cambia es la calidad de la información y el nivel de control de la misma. En todo caso, en el Primer o en el Tercer Mundo, el ciudadano común acaba recibiendo solamente basura intelectual. Tercer Mundo quiere decir "tercera clase," por eso en México tenemos lo peorcito de todo: malos gobernantes, malos maestros, malos curas, malos militares, malos intelectuales, malos empresarios. En consecuencia, la poquísima información que le llega finalmente a la gente es basura de tercera clase, lo que desechan los ladinos de tercera clase que dominan México. La información que dispensan los gobernantes a sus ciudadanos en el Primer Mundo es ligeramente mejor que la que recibimos en México, pero basura al fin y al cabo, aunque la de ellos sea de mejor clase.
¿Y por qué es México un país de tercera clase? Pues porque los ladinos-gachupines que regentean México son una manada de pendejos que ignoran hasta lo que es conveniente para ellos mismos.
(Recordatorio: Aunque parezca repetitivo mencionar las tarugadas de los ladinos judíos mexicanos en cada columna, es necesario que la indiada no olvidemos quiénes son los salvajes que tienen a México de rodillas. Al cabo que los judíos también están chinga y chinga día y noche en películas y libros con su holocausto, les pagamos por ello, y nadie se queja.)
Naturalmente, todo el desorden nacional empieza arriba, en el Gobierno. Son los inútiles gobernantes y sus camaradas quienes, en su ciego afán de explotar al pueblo que sus antecesores conquistaron y les heredaron, han hundido a México en la miseria, en la injusticia, en el desorden y en la corrupción. Lo peor es que ni siquiera los mismos ladinos saben cómo lograron que este país tan rico en recursos y gente acabara siendo lo que es: El estúpido hazmerreír del mundo civilizado.
La negra historia de la incapacidad mental de los ladinos mexicanos se gestó hace muchos siglos en Espanha. El casarse entre ellos les provocó taras mentales que arrastran lo mismo allá que aquí en México, taras por las que nosotros tenemos que pagar con nuestra sangre. Y uno de los peores efectos de su tara mental es el nepotismo, el método más rápido y eficiente que se conoce para acabar con un país y su gente.
Debido a su tradicional estupidez y nepotismo, los ladinos mexicanos empezaron desde los tiempos de Hernán Cortés a colocar gente sin talento en puestos de gobierno. Ésa fue y es la principal diferencia entre los ladinos de México y los ladinos de los Estados Unidos: Allá siempre han promovido gente de talento para gobernar, y en México son los hijos, parientes, hermanos etnicos y compadres los que llegan a gobernantes uniacmente para robar y asesinar a no-ladinos. Por eso es que al comenzar el Tercer Milenio los gringos tienen un país poderoso, mientras que México es un pestilente estercolero físico e intelectual con una frontera norte y otra al sur. (Estercolero que el tarado presidente Fox quiere exportar cuanto antes a Gringolandia, sugiriendo que los americanos permitan el libre paso en la frontera México-USA. Menos mal que los güeros no son pendejos y conocen perfectamente la clase de ciudadanos [de tercera] que produce el gobierno ladino mexicano.)
El nepotismo, decíamos, genera funcionarios incapaces y éstos por su parte protegen su estirpe obstruyendo el avance de personas con talento, por lo cual inevitablemente surge el desorden total.
A estas alturas ya todo México sufre los nefastos efectos del nepotismo ladino. Primero acabaron con el conocimiento que existía entre los nativos de México, y luego obstruyeron la investigación científica e intelectual. Por eso ya no hay nada de valor que las universidades o los medios transmitan a la gente. Por eso somos ávidos buscadores de información en otras culturas en lugar de producirla nosotros mismos. La ignorancia es ya generalizada y lo mismo ricos que pobres, ladinos que no-ladinos, padecemos el retraso que nos tiene en el fondo de el barril que contiene a los países más bárbaros del planeta. Porque ya ni para utilizar las cosas buenas que otros países descubren e inventan servimos. Sólo sabemos echar a perder las cosas de valor que caen en nuestras manos.
¿La solución?
Fácil: Qué lleguen verdaderos mexicanos (no-ladinos) al poder. Entonces será posible que hombres y mujeres de talento tengan autoridad para cambiar las cosas para bien. Los talentosos no tienen que ser judíos, ni gachupines. Tampoco importa si son de clase humilde, o si son posgraduados en el extranjero. Lo importante es que sean verdaderos mexicanos. Ellos impulsarán el progreso en la nación, velarán para que la información se distribuya libremente sin que un segmento de la sociedad (los ladinos) la monopolice. Son ellos quienes un día reinstalarán en nuestra memoria a los verdaderos héroes mexicanos y el pueblo no necesitará más "salvadores" payasos y falsos como el ladino subcomandante Marcos. Entonces los verdaderos funcionarios y maestros capaces serán premiados y ensalzados, entonces los verdaderos intelectuales escribirán cosas de valor para guiar a sus lectores en lugar de buscar únicamente su beneficio y "el sobre" mensual, como hacen hoy los escritores ladinos. Entonces la luz del verdadero conocimiento, cualquiera que sea su origen, será reflejado por todo el país en aguas claras y todos tendremos derecho y acceso a la información que nos permita progresar.
El cambio está en nuestras manos. Solamente necesitamos sacar a los ladinos de Los Pinos. Nosotros somos 95 millones y los ladinos en el poder solamente son cinco millones. Ni modo que puedan más que nosotros. ¿O si?
* Master, Estrategia Militar China
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