La conciencia es algo extremadamente misterioso en el ser humano.
¿Quién no ha hecho algo en su vida qué después le cause inquietud? Bueno, pues esa desazón mental es la "voz" de la conciencia, facultad que sirve a los humanos para distinguir entre el bien y el mal. En China dicen que "Conciencia es el sentido de la justicia."
Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que el factor conciencia es el mejor amigo del hombre, pues le permite detectar y corregir anticipadamente acciones éticamente incorrectas. Es la alarma mental que se activa automáticamente cuando la persona intenta alcanzar objetivos utilizando ilegalidades.
Desoír entonces la propia conciencia es equivalente al error de jugar con fuego y quemarse. Pero el hombre fiel a su corazón nunca temerá la crítica de otros, haga lo que haga, pues el Cielo entenderá sus motivos y su conciencia estará tranquila. Todos pagaremos por nuestras acciones, ya sea en este mundo o en el otro, pero el regular de antemano y voluntariamente la propia conducta es algo que nos hace superiores a los animales.
Por eso el hombre verdaderamente civilizado rechaza ocupaciones que requieran cometer actos fuera de la legalidad. Rechaza ser soldado, policía, ladrón, asesino, gobernante, político, mercader, juez, fiscal, sacerdote, y cualquier otra ocupación que demande de la persona lealtad a sus superiores o a los demonios del dinero y el poder, no a su propia conciencia. O se es leal a la justicia, o se es leal a la injusticia, pero no se puede servir bien a dos amos simultáneamente. Por eso dice el principio chino: "En la cámara del juez, la justicia es ahorcada todos los días."
Lo anterior explica los sudores políticos que hoy andan padeciendo en exceso Mentirosillo Fox y su gabinete, especialmente el canciller Jorge Castañeda.
Castañeda, el secretario de Relaciones Exteriores, es el tradicional júnior ladino mexicano. Su padre fue canciller también, en el reinado de MMH y su legendaria "corte de los maricas," aunque con mucho más talento y carisma que el hijo, por más sarazo que a veces anduviera. De manera que el niño Castañeda tuvo la rara ventaja de escoger a placer su educación, ya que papi podía costear sus extravagancias.
Estudia la niñez de un hombre, dice la estrategia china, y entenderás sus motivos y acciones de adulto. Por eso no necesitamos haber sido ni parientes ni vecinos de Jorge Castañeda, mucho menos haberlo tratado personalmente, para entender su fea personalidad. Basta observar el entorno de su niñez para explicarnos su arrogante actitud en el puesto que tiene. Porque aunque es un sujeto bien educado académicamente, Castañeda es, como todos los ladinos mexicanos, extremadamente descortés en su trato con personas inferiores a el en rango, y demasiado lambiscón con los diplomáticos extranjeros.
Resulta que de joven Castañeda fue idealista de izquierda, y creyó que el futuro le traería tarde o temprano la oportunidad de dirigir los destinos de México desde Los Pinos. Todos los niñitos ladinos de México tienen más o menos el mismo sueño, pero Castañeda pudo haberlo logrado si al menos hubiera hecho méritos para competir por el trono. Pero su juventud se le esfumó desperdiciando el tiempo en utopías políticas y creyéndose superior a sus hermanos étnicos con mismas aspiraciones.
Pero una cosa es creerse uno algo importante, y otra demostrarlo cuando llega el momento de la verdad.
Cuando CSG nos andaba embarcando en el catastrófico TLC, Castañeda veía las cosas como eran y nos advertía sobre el apocalipsis económico que ahora sufrimos. Aunque no se necesitaban muchas dotes de profeta para saber lo anterior, pero igual se le agradecía el gesto. Eran los días que Jorgito todavía escuchaba su conciencia.
Pero el error de Castañeda fue creer que CSG se inventó solito el TLC, ignorando que se lo impusieron gobiernos extranjeros.
Así que llegó el día en que en su (supuestamente todavía libre de obstáculos) camino a la presidencia de México, Jorgito hizo el obligado internado político ladino en una secretaría de Estado con los panistas. (Ya sabemos que siendo ladino mexicano, no importa el partido político del individuo, lo que vale es su currículum étnico-familiar.)
Y si papi fue canciller, Jorgito también lo sería, faltaba más.
Así fue que el fulanito recaló en Relaciones Exteriores. Compás de espera molesto antes de sentar sus anchas y blancuchas nalgas en el trono tricolor, pero paréntesis obligado de acuerdo a la estructura política ladina que impera en México. Y fue entonces cuando su burbuja de sueños de grandeza política le reventó de manera silenciosa pero igualmente efectiva. Si. Por primera vez en su vida a ese nivel, Jorgito se vio obligado a desoír su propia conciencia so pena de ver sus delirios políticos desvanecerse como la oscuridad al salir el sol.
Como a tantos otros funcionarios antes que a el, los extranjeros le presentaron a Jorgito el no-rechazable "contrato con el Diablo": A cambio de apoyo político para llegar alto en el Gobierno mexicano y no ser perseguido después internacionalmente por sus delitos a cometer en tales funciones, bastaría con hacer lo que los extranjeros ladinos le demanden (vender a su propio país, entre otras muchas exigencias). Y como era de esperarse, Jorgito aceptó comer de la fruta prohibida, y le besó el culo al Maligno.
Tantos cursos y posgrados en universidades aquí y en el extranjero, tanto estudio de idiomas para internacionalizar sus delirantes e impracticos puntos de vista políticos, y todo para que Castañeda acabara dando las nalgas......y en inglés.
Cuán frágil eres, vanidad humana, que con tan poquito te llevan al huerto. O a la cama, pues.
Porque a ver, ¿qué recibió a cambio de sus traiciones nuestro acomodaticio canciller? Pues que un diputado y hermano étnico suyo, Sergio Acosta, pidiera ante el pleno que la Cámara que oficialmente se exija a Fox "remover de sus responsabilidades como canciller a Jorge Castañeda." ¿La causa? Pues que el maridaje de Jorgito con gobiernos extranjeros "es contrario a los intereses del país y a la seguridad nacional."
Lo peor es que los titiriteros extranjeros que manejan los hilos que mueven a Jorgito andan ocupados con el Taliban y no tienen tiempo de defenderlo.
A su vez, el canciller no puede explicarles a los senadores y diputados que no es que el quiera servirles de mandadero a los gringos, ¡es que no tiene de otra sopa!
Sucede que su pasado izquierdista le resultó contraproducente, pues los vecinos no gustan tratar con comunistas, así que Jorgito tiene que demostrarles día tras día que aquello fue un pecadillo de juventud y que está dispuesto a ser más capitalista que Greenspan con tal de que los güeros le perdonen sus pasados errores políticos. Pero su servilismo hacia los extranjeros no cayó bien en sus hermanos étnicos del Congreso, así que Jorgito quedó literalmente entre la espada y la pared. Prácticamente es ya un cadáver político y mejor sería que se olvidara de sus sueños de ser presidente de México.
Pero es que los ideales políticos de Castañeda se rompieron como cristal al estrellarlo contra la roca cuando los vecinos del norte exigieron la lealtad pública y militar (léase petróleo) de México debido al ataque terrorista al World Trade Center. Y no era si Jorgito quería, sino que demandaron lealtad ("con nosotros o contra nosotros") directamente a Fox también, y a Creel y a los generalotes verdes. Y ninguno pudo negarse, pues bastaría con cerrar la frontera México-USA un par de días para derribar a los ladinos panistas del poder y hacer trato con nuevos inquilinos de Los Pinos, sean del partido que fueren pero más jaladores.
Así ha sido siempre en la historia de México.
Los gobernantes ladinos no necesitan ser amenazados militarmente por extranjeros, pues solitos se entregan ante la táctica militar llamada "Conquistando al enemigo con estrategia y no con ejércitos." Este principio dice que basta con dominar al presidente de cualquier país y a su gabinete, ofreciéndoles dinero y favorcillos. No hay que utilizar soldados, pues sale más barato sobornar gobernantes y ellos entregarán a su país aún en contra de los dictados de su conciencia. "El poder y el dinero son la raíz de todos los males," dicenen China.
Por eso Castañeda Gutman ofreció no regatearle apoyo militar los gringos pues según el canciller, "tienen toda la razón y todo el derecho de buscar represalias." Pero su patrón Fox se asustó de la reacción contra Jorgito y se deslindó del problema publicando un mensaje de solidaridad a los vecinos, pero apoyando únicamente "acciones políticas y diplomáticas de la ONU." Igual hizo Creel el de Gobernación, dejando colgado de la brocha a Castañeda.
O sea, en Los Pinos abandonaron al júnior a su suerte.
Involuntariamente, Jorgito acabó siendo el chivo expiatorio o "cabeza de turco" en la situación, pues no puede admitir públicamente que obedece órdenes de extranjeros con la venia del presidente, que hace lo mismo pero ahora a escondidas. (Cabalgando a todo galope practicaban los caballeros templarios su puntería con la lanza, atacando una cabeza de quien fuera prisionero turco clavada sobre un poste. Eso fue durante las 8-Cruzadas-8.)
Corren rumores de que por las noches se escucha en las oficinas de Castañeda el terrible lamento gitano:
"Ay de mi/
Ayer maravilla fui y ahora ni sombra soy."
Peor desgracia que quedar mal al mismo tiempo con Dios y con el Diablo, no le pudo haber sucedido a Jorgito. Y si al menos los senadores y diputados fueran más comprensivos con la situación política de Castañeda, su futuro sería más halagador. Pero nadie comprende su dolor, pues únicamente el que trae la cruz de canciller sabe lo que pesa, y lo que cuesta. Así que tiene que llorar su pena solito.
Así que para explicarnos a nosotros mismos la encrucijada político-militar en que los gringos colocaron a Castañeda, a Mentirosillo Fox, a Creel, y a los generalotes verdes, contaré una anécdota china que refleja más o menos la situación.
Éste incidente chino no es estrictamente histórico, sino tradicional. Corrió de boca en boca de trovadores vagabundos días después de suceder, (tradición china esta de los trovadores vagabundos y que eventualmente fue importada por los europeos). Hacían la función de los periódicos de hoy. Esos trovadores recitaban de gratis y en verso esta y otras terribles historias, acompañados por el sonido de castañuelas chinas de bambú, en restaurantes y lugares públicos del imperio chino. Tales relatores eran usualmente miembros de sociedades secretas y de esa manera informaban al público de acontecimientos militares y políticos que las autoridades no querían que la gente supiera. Aunque su ocupación no conducía a la longevidad, pues si los sorprendían los soldados eran arrestados.
La cosa, entonces, empezó así. En el siglo XI los mongoles, una tribu de guerreros nómadas al norte de China, empezó a atacar militarmente ciudades y pueblos fronterizos chinos.
Los ataques continuos de diferentes tribus nómadas y violentas fue lo que había provocado un milenio antes la construcción de la Muralla china, pero de poco sirvió. Diversos tratados militares entre mongoles y chinos y hasta el pago de tributo en oro a los mongoles retrasó la invasión final, cosa que finalmente ocurrió por supuestas violaciones a los tratados, en 1125, durante la dinastía Sung.
Dos dos años después, los mongoles atacaron la capital. Capturaron vivo al emperador chino y al príncipe heredero, y los trasladaron encadenados a Mongolia. Otro hijo del emperador, el segundo en línea para heredar el trono, huyó de la persecución cruzando el Río Amarillo hacia el sur, declarándose a si mismo en 1127 nuevo emperador "temporal," en ausencia de su padre y del príncipe heredero.
Militarmente, a los mongoles no les preocupaba mucho el nuevo emperador puesto que había huido abandonando las fértiles tierras del norte, y además el primer ministro chino del nuevo monarca era aliado secreto de los mongoles. El verdadero emperador murió en prisión poco después en tierras mongoles, y el príncipe heredero fue obligado a casarse con una mujer local. Vivía literalmente prisionero en una cabaña en las montañas. Ni para cuándo regresara a China a reclamar su trono.
Cuando ya fue imposible esperar más a que las cosas volvieran a lo que fueron antes, el nuevo emperador chino aceptó un nuevo tratado con los mongoles negociado por su ministro. En el tratado, el emperador chino aceptaba que las cosas quedaran como ya estaban, con la pérdida del territorio chino capturado, más muchas otras concesiones menores. A cambio, los mongoles reconocían al nuevo emperador chino por sobre el príncipe heredero preso (quien murió misteriosamente poco después), prometían no invadir más ciudades chinas ni tomar más territorio, y juraban no atacar la nueva capital china. En otras palabras, dejarían reinar en paz al nuevo emperador en su reducido imperio.
Para sellar el nuevo tratado, el emperador chino mandó a uno de sus ministros a Mongolia con el sello imperial. Su misión era imprimir el enorme sello al tratado, en nombre del monarca. Así que acompañado de un par de guardaespaldas, el ministro partió al norte a lomo de caballo. Después de muchos meses de duro camino el ministro arribó a Mongolia, la tierra de las tiendas de campaña (¿o poco creía usted que este tipo de tiendas fue invento occidental?), pues los mongoles vivían prácticamente sobre sus cuacos.
Después de descansar unos días, de recuperar energías con comida y bebida decentes, y de sacudirse el polvo del viaje, finalmente le avisaron al enviado chino que el emperador mongol le concedería audiencia. Se presentó ante el feroz líder mongol con una caja de madera bajo el brazo. Se postró ante el emperador que lo esperaba sentado en su trono. Luego, de rodillas todavía, abrió la caja. Sacó de ella material para hacer tinta china, misma que hizo moliendo el negro polvo mezclado con agua en un tintero. Después, parsimoniosamente sacó el enorme sello y lo humedeció en la tinta. Mientras tanto, el emperador y su corte observaban curiosos y desconcertados las acciones del enviado, pues nadie se explicaba lo que el hombre hacía.
El enviado levantó entonces la cabeza y con el sello entre sus manos le preguntó al emperador que dónde estaba el documento para imprimirle el sello imperial chino y legalizar de una vez por todas la tregua.
El sorprendido emperador mongol le contestó que no tenían el documento listo, puesto que esperaban discutir con el representante chino los puntos finos del nuevo tratado.
El enviado movió negativamente la cabeza y respondió: "¿Y qué hay por discutir? Mi emperador huyó de tus tropas y está en el exilio. Para que la nueva dinastía china sobreviva necesitamos este tratado de paz, y el príncipe heredero chino está prisionero en tus manos. Y yo, ministro de la nueva corte, estoy de rodillas ante ti. ¿Con cuál ventaja podría yo negociar? Preséntame el documento con las condiciones que desees pues no argumentaré nada ni te haré perder tiempo, y sin más lo sellaré."
Y así se hizo.
Estrujante, ¿verdad? Pues Fox y su gabinete, incluido Jorgito, están en las mismas ante los gringos. Solamente lo que los vecinos no quieran es lo que Fox no les concederá. Todo en nombre de tener ellos solitos poder y dinero en abundancia.
Y el pueblo que se hinche.
* Master, Estrategia Militar China
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