Reflejos en un Espejo Chino

* Francisco J. Vargas


Columna #148: La Insolencia Lleva al Descuido

La reciente tragedia sufrida por los USA a manos de inhumanos terroristas ha sembrado inesperada confusión en los comentaristas de los medios informativos de todo el mundo.

En los Estados Unidos, televisión, prensa y radio por igual muestran terrible desconcierto, especialmente porque el mismo gobierno americano no suelta prenda de lo que está sucediendo. La seguridad nacional está primero, y los conductores de noticiarios se las han tenido que apañar entrevistando a supuestos expertos que tampoco parecen saber mucho del candente asunto.

Pero en este tercermundista México estamos mucho peor, pues los medios demostraron tener en sus filas únicamente a periodistas de cabeza hueca. Si la feroz destrucción de las Torres Gemelas del World Trade Center en Nueva York fue físicamente espeluznante, intelectualmente nosotros demostramos que este país es un árido desierto literario, donde los "licenciados en letras hispánicas" traen en la mano El Quijote y en el cerebro un frijol. Ninguna de las dos cosas sirve para nada cuando se trata de analizar cuestiones de gran envergadura. Las barbaridades que se han dicho y escrito en esta cultura de tercera clase son para vomitar.

En desahogo de la ignorancia de los "genios" mexicanos, habremos de admitir que peor estuvieron los medios informativos en espanhol de los USA. Un canal (canal 22, apéndice de Telemundo) de televisión en Los Angeles llegó al fondo de la barbarie intelectual al habilitar a una frívola muchachita que trabaja leyendo resultados de deportes, a comentar la enormidad de los resultados del ataque terrorista. El espectáculo de verla y oírla decir sarta tras sarta de sandeces fue casi más dantesco que la tragedia en Nueva York. Ni Univisión ni Telemundo tienen en su plantilla a nadie que intelectualmente sepa sumar dos y dos. Al contrario, pusieron a relatar los eventos a muchachas que habitualmente tienen programas de espectáculos y de sucesos amarillistas. El único que pareció ser medio capaz de entender lo que sucedía y traducirlo en palabras que se entendieran, fue el mexicano Peimbert en Telemundo.

En cuanto al desastre, yo no soy partidario de meterme mucho en asuntos que conciernen a otros países, pero hombre, algo hay que decir. Dado que étnicamente no soy ni gringo ni árabe, mal estaría que dijera que un bando tiene la razón política sobre el otro, pues como luego dice la raza, yo no tengo los pelos de la burra en las manos. Lo que enseguida diré es mi opinión, no la verdad suprema.

Así que, viendo desde fuera hacia dentro, esto es lo que se divisa: Sucedió lo que sucedió por un descuido fatal alimentado por la (ahora vemos) falsa confianza en la superioridad tecnológica y militar. Ciertamente en el campo militar los americanos son muy poderosos, pero la dependencia total en la tecnología les llevó a desarrollar una actitud insolente hacia el aspecto humano. Y ahí estuvo el error que los derribó del caballo.

En alguna de mis columnas anteriores decía yo que los gringos estaban presumiendo mucho de saber estrategia militar china sin realmente entenderla, y que diseminar el Sun Tzu les iba a causar problemas futuros. Y así fue.

Las editoriales americanas se pusieron a imprimir traducciones del Arte de la Guerra, de Sun Tzu, pretendiendo que la estrategia militar china es cosa fácil de entender por el populacho. Alguna prestigiosa universidad americana hasta presume de enseñar "estrategia china" utilizando el Sun Tzu como base. La insolencia, otra vez, lleva al error, puesto que ese manual es el documento más codificado en la historia militar mundial. No hay ni gringos ni nadie fuera de China, que entienda el verdadero significado de los puntos finos del Sun Tzu. Alguna vez comenté que bueno era que Occidente no supiera las terribles ramificaciones militares del Sun Tzu, de otra manera el pánico cundiría en la gente.

La mayor parte del manual de Sun Tzu es obsoleta por necesidad. Pero algún principio militar queda en sus páginas que sería terrible en manos de gente que lo entienda. Y hasta los principios fáciles de entender son peligrosos, según quedó demostrado en el atentado al World Trade Center.

El Sun Tzu no puede ser entendido por personas que tengan simples doctorados en literatura. Mucho menos es solución tener un doctorado en lenguaje chino, pues ya hay más de mil millones de personas que hablan chino pero no todos entienden el Sun Tzu. Y es que este manual fue escrito en un periodo (hace 25 siglos) en que se escribieron los libros más importantes para la humanidad: Los clásicos de Confucio, la Biblia China, el manual de Lao Tzu, y el de Sun Tzu. Esos hombres alcanzaron un nivel de conocimiento sin paralelo porque su nivel mental fue extraordinario y por eso escribieron lo que escribieron.

¿Qué quiere decir esto?

Pues quiere decir que dado que el hombre ha ido retrocediendo intelectualmente desde hace tres milenios, para entender a Confucio, Lao Tzu y Sun Tzu hay que estar a su nivel mental. Mientras más se dependa de la tecnología en cuestiones de inteligencia, menos se utilizará la mente. Por lo tanto estamos (están, dijo el otro) más lejos que nunca de entender estrategia militar china.

Pero hay excepciones. Sucede que después que los gringos cacarearon el Sun Tzu, los árabes pudieron haber recordado que por más de mil años ellos tuvieron contacto militar cercano con China, al grado que llegaron a obtener temporalmente conquistas de territorio valiosas. A donde voy es que de seguro tienen escritos militares antiguos relacionados con el Sun Tzu.

Y de repente, vemos que los terroristas que destruyeron las Torres Gemelas emplean con efectividad dos principios de Sun Tzu que debieran ser ya obsoletos, pero que la insolencia bélica de los gringos pasó por alto.

Un principio dice que hay que utilizar las armas del oponente para derrotarlo, y vimos que se utilizaron aviones americanos habilitados de misiles para golpear blancos dentro de territorio gringo.

El otro principio dice que las armas no son lo más importante para un ejército, sino la decisión espiritual de los soldados. Y los secuestradores lo demostraron utilizando simples cuchillitos y desprecio a la muerte, pues la defensa contra esta actitud no ha podido ser descifrada por "profesores de estrategia" en las universidades y ejércitos occidentales.

Pero mientras la insolencia de los militares occidentales no se rebaje hasta el punto de aceptar que hay principios de guerra que ellos no entienden, se les seguirán colando terroristas. Este problema, como se ve, tiene remedio.

Lo que no tiene remedio es lo hueco de las cabecitas de los "intelectuales" ladinos mexicanos en los medios, tratando de explicar algo de lo que no entienden ni pizca.

PRESAGIOS:   Esto de los presagios está tomando un mal derrotero en cuanto a la pareja dispareja en el poder se refiere.

Apenas se empezaba a olvidar el empujón que los dioses le aplicaron a Marta-de-Fox, postrándola de rodillas en Palacio Nacional, cuando el Encomendero Fox también sufrió un tropezón al terminar su "informe" el día primero de septiembre. Bajaba los escalones muy orondo el latifundista, banda tricolor al pecho, cuando se le cuatrapearon las botas y las patotas al ser empujado por los dioses.

Mmmhh. Malo, malo.

Obviamente los dioses están anticipando la debacle política de Marta-y-Fox. Los marcaron las divinidades de manera tan evidente, oportuna y pública, que parece inevitable el desastre. Anotemos entonces las fechas para que luego no se nos hagan extraños los sucesos que vienen. Los principales perdedores, señalados por los presagios, son la pareja real.

Lástima, tan contentos que andan los dos derrochando a manos llenas el dinero del pueblo.

EL "TERCER OJO" MILITAR:   La fuerte influencia que Marta tiene sobre Vicente no debiera sorprender a nadie.

La historia dice que aunque la mayoría de emperadores y mandatarios gobiernan seguros de si mismos, aquí y allá hay casos en que una mujer es quien realmente lleva las riendas del poder. Aunque lo haga agachadita atrás del trono, para que no se le vea la cabeza. No es que este tipo de mujeres sea escaso en los gobiernos, sino que cuando tienen un marido gobernante que es debilucho de carácter, se nota mucho más su fuerza femenina.

Una de las profecías chinas, en alguna de estas columnas, habla precisamente de la Emperatriz Wu, mujer de fuerte carácter que gobernó China por algún tiempo. Marta-de-Fox quiere emularla. Por eso no es tan raro que la ñora muestre el perfil político tan exaltado que tiene en el actual gobierno, ya que Vicente Primero, emperador de chocolate, parece ser incapaz de marcarle el paso.

El siguiente incidente (verdadero) que relataré, demuestra que un mandatario sin buenos consejeros será presa fácil de los deseos de poder de su vieja. A este ejemplo le llamaremos arbitrariamente, o sea por mis pistolas, "Las 3 preguntas del emperador Chien Lung."

Sucede que durante asombrosamente longevo reinado (1711-1799), el citado emperador chino gustaba viajar de incógnito, mezclándose entre la gente de pueblo. Esta costumbre, conocida entre nosotros por los cuentos árabes, tiene una historia mucho más antigua en China. Recordemos que los árabes han tenido contacto con China desde hace más de mil años, e incluso hay libros antiguos de medicina árabe que describen detalladamente la acupuntura, moxibustión y fórmulas o recetas de herbología china.

Era costumbre muy antigua, decíamos, que los emperadores chinos ocasionalmente salieran de palacio disfrazados. Buscaban perderse entre la gente normal y corriente con el fin de escuchar los comentarios que se hacían acerca de lo bueno y malo que ocurría en el reino. Estudiaban las costumbres de la gente, investigaban si había corrupción en ministros, jueces, autoridades. Escuchaban las quejas o elogios que se hacían sobre el emperador en lugares públicos, pero sobre todo buscaban encontrar y aquilatar personalmente el grado exacto de lealtad que había en los habitantes hacia el imperio.

Éstos viajes duraban desde un día hasta meses, pues siempre dejaba el emperador en su lugar a un doble que, con la complicidad de los ministros de la corte, aparentaba normalidad en la funciones que requerían la presencia física del Primer Hijo del Cielo.

En una ocasión, el emperador Chien Lung caminaba por las calles de la capital acompañado de dos de sus ministros, personas de altísimo grado de sabiduría. Ni le cuento el tipo de conocimiento que ministros chinos a ese nivel tenían (y tienen), porque se le caería la baba y para disimular su desconcierto me acusaría usted de contarle "cuentos chinos." Nomás imagínese que esos dos hombres le bastaban al emperador para protegerlo no solamente de peligros físicos, sino también de peligros metafísicos, además de asesorarlo correctamente en todo tipo de cuestionamientos que tuviera para ellos. Eso sin contar que con el sello imperial bajo su túnica, con un chasquido de dedos el emperador podía tomar el mando de cualquier destacamento militar en los alrededores.

Y por si lo anterior fuera poco, Chien Lung fue famoso por su profundo dominio de las artes marciales chinas. Baste decir que tenía una águila imperial-militar tatuada en la espalda.

Ése día, el emperador y sus ministros habían salido de un restaurante y nada les preocupaba. Entonces el monarca se detuvo en una esquina a observar cuidadosamente a los transeúntes. Sus ministros, uno a cada lado, guardaban un paso de distancia atrás de el. Chien Lung se refrescaba el rostro con el abanico en su mano derecha. Los tres vestían ropas sencillas y nadie les prestaba atención.

De repente, cerrando su abanico y haciendo un medio círculo horizontal con el en dirección a la calle que tenían al frente, el emperador pidió a sus ministros que tomaran nota de un gigantón que caminaba majestuosamente y en su hombro derecho cargaba sentada, de cara al frente, a una hermosa muchacha de pies muy pequeños (el vendaje a los pies de las mujeres chinas les reducía tanto el tamaño del pie, que les era imposible caminar normalmente, y si lo hacían era en forma muy lenta y difícil) sosteniéndola con su brazo derecho por sobre los tobillos de la chica. Además, Chien Lung señaló a un joven que por media calle empujaba eficazmente un carro de dos ruedas colmado de pesadas mercancías. También les hizo notar la presencia de un herrero sin camisa que fuera de su taller golpeaba con un martillo una barra de acero al rojo vivo sobre el yunque mientras el sudor que bañaba su ancha y fuerte espalda brillaba con los rayos del sol.

Impresionado con el despliegue de fuerza física de los tres hombres, Chien Lung volteó a ver a sus ministros y preguntó: "¿Cuál de los tres hombres es más fuerte?"

Uno de los ministros sonrío y el otro, con un brillo juguetón en la mirada le contestó: "La mujer es mucho más fuerte que los tres hombres, Su Majestad."

Al notar la cara de desconcierto del emperador, el ministro agregó: "Aunque los tres hombres tienen fuerza descomunal, la mujer es más fuerte todavía puesto que sin siquiera proponérselo logró que el Dragón (o sea el emperador Chien Lung) volteara a mirarla no una, sino dos veces."


* Master, Estrategia Militar China

E-mail: visionpf@direct.ca


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Copyright © 2001, Francisco J. Vargas