Bonito escenario el nuestro: Los ladinos en el Gobierno mexicano se sienten tan seguros de su dominio militar, religioso, cultural y económico sobre la indiada, que unos a otros se incitan a robar, reprimir y asesinar mexicanos sin medida al grito de "En México nunca pasa nada."
Es decir, no hay consecuencias por sus malignos actos para los conquistadores, por eso este país es el puritito Infierno. Y cada día que pasa la situación se pone peor para los de abajo.
Desde que nuestro último emperador azteca, Cuauhtémoc, fue apresado y carbonizado vivo por el méndigo Hernán Cortés, los nativos peregrinan encorvados, encadenados y a ciegas por el túnel del tiempo. Sin un líder nacional y propio que señale la dirección correcta, mal-aconsejados por curas y por maestros émulos de la Malinche, y engañados por los medios de comunicación, ni indígenas ni mestizos, en honor a la verdad, tienen al alcance de la mano el final rápido del cautiverio. (Que todavía haya espanholes y ladinos mexicanos que a estas horas nos prediquen que no deberíamos quejarnos de nuestra suerte porque dizque "nos fue mejor que a los indios americanos," solamente confirma lo que ya sabíamos: Que son unos hijos de puta diplomados.)
Pero siempre hay un "pero."
Cuauhtémoc perdió el imperio, pero sus sacerdotes predijeron simultáneamente la futura resurgencia (el mítico Anáhuac) de los mexicanos al sacudirnos el yugo espanhol, momento que el emperador poéticamente profetizó como "La ascensión del sol nuevo y brillante que alumbrará de nuevo a los nativos y los sacará de la oscuridad que trajo la invasión." Y vaya si aquéllos sacerdotes mexicanos sabían leer los eventos por venir, pues ya hay tenues presagios que anuncian el eventual "nuevo amanecer" que ahuyentará la espesa oscuridad que hoy cubre a este país.
Las profecías bien hechas usualmente se cumplen.
Digamos entonces que el primer líder mexicano que en el futuro reemplace a los ladinos en el Gobierno será el auténtico continuador de la libertad perdida temporalmente con la caída de Cuauhtémoc. Será la vuelta a la normalidad de la pre-Conquista, con un líder nacional totalmente nuestro. Será entonces el fin de los priístas-panistas-perredistas, y de otros ladinos (políticos, empresarios, deportistas, cantantes, actores gobernantes) que taimadamente se hacen pasar como "mexicanos." Será, para acabar pronto, el Paraíso sobre la Tierra.
Desde luego que por mientras la nación mexicana no tiene líder propio, está literalmente descabezada. Lo cual es de dar pena, puesto que con excepción de los países conquistados por los espanholes en la bien llamada Iberoamérica, el resto de culturas en el mundo tienen líderes que representan a la mayoría étnica de cada lugar, y no a explotadores extranjeros pretendiendo ser nativos. Hasta los insectos y animales buscan a sus líderes de entre sus propias filas, no de especies diferentes.
Dicho en espanhol, el pueblo de un país ocupado como México vive peor que los animales. Los leones, por ejemplo, no buscan leopardos para que les sirvan de líderes. Hasta los ladinos tienen su líder, el Gran Caca Fox, pero no la mexicanada.
¿La solución? Empezar a buscar, con la ayuda de dioses y rituales, un guía nacional brillante y justo que tome en sus manos el timón del barco que lleva a noventa millones de pasajeros encadenados. Manque tome décadas, o medio siglo para encontrarlo. En cuestiones políticas el tiempo necesario para alcanzar la meta es lo de menos, lo primordial es saber el objetivo y luego conocer al enemigo (gobernantes, medios de información y entretenimiento, curas, maestros ladinos).
La prioridad para los mexicanos debiera ser conectar nuestro pasado esplendoroso con el presente lamentable, y activar la línea de sucesión gubernamental propia que enganche al presente con la brutal caída del imperio azteca. El puente que hará posible el renacimiento del orgullo mexicano serán la estrategia china y los rituales taoístas.
Si. A punta de rituales militares las cosas se irán acomodando solitas hasta que la gente tenga claro el camino a seguir. Porque intelectualmente los indígenas y mestizos somos iguales o superiores a cualquier ladino, algo que el futuro demostrará fehacientemente a propios y extraños. Por lo tanto, para nosotros ningún sueño es irrealizable.
Recordemos que las conquistas son como un círculo: Siempre se vuelve al punto de partida.
Buscar recuperar pacíficamente la libertad perdida hace quinientos años no es objetivo tan descabellado como pudiera parecernos de lejos. No hay necesidad de revoluciones armadas ni pequeños alzamientos furtivos por la sierra que solamente provocan la brutal represión militar que tan bien dominan los ladinos. Únicamente hay que tener paciencia y pensar en décadas, no en meses, pero haciendo rituales frecuentemente y aplicando principios de estrategia en la vida diaria hasta que pensar con lógica incisiva se vuelva natural para nosotros.
El tercer milenio requiere de nuevas ideas en todos los niveles del quehacer humano, pero especialmente en el militar, si hemos de sobrevivir a los problemas que el futuro nos tiene reservados.
Ya no se trata de derrocar violentamente a los ladinos del poder, pues eso sería aplicar tontamente fuerza-contra-fuerza, táctica militar totalmente equivocada como lo prueban la muerte de tantos indígenas que quisieron utilizar violencia contra los opresores ladinos. Métodos así son obsoletos. Hay que derrotar a los ladinos con inteligencia, bajándolos poco a poco de los puestos de poder utilizando la astucia, las elecciones y los rituales militares hasta que no quede ni uno en la administración del poder gubernamental. Y para lograrlo no tenemos ni que conocernos unos a los otros, ni reunirnos, mucho menos hacer demostraciones. Lo único que necesita cada persona es hacer sus rituales discretamente en casa, sin siquiera comentarlo con vecinos y amigos, hasta que los efectos sean visibles en el país. Despacio pero seguro, en pocos años se hace virar al buque en dirección contraria. En términos de alquimia china, a esta táctica de cambiar derrotas en victorias se le conoce como la Gran Obra.
Los rituales básicos para activar nuestra Gran Obra están diseminados en las diferentes columnas de este sitio en la red, y luego el libro "Ocultismo Chino" explicará en detalle como aplicar en grande el método esotérico militar completo. El resultado será inevitablemente el auténtico cambio en la manera de gobernar México, ya que ahora nomás cambiamos a un ladino por otro en Presidencia. Y nadie, ni ex-gobernantes ni genocidas de sexenios anteriores podrán escapar a la retribución de los dioses y de los hombres. Mucho menos los espíritus de los conquistadores originales y sus descendientes. Y todo esto sin derramar una sola gota de sangre. Lo mismo militares que paramilitares, banqueros, curas o políticos, todos los ladinos quedarán de pechito ante la fuerza extra-sensorial y metafísica que se desatará en todo el país y en el extranjero sobre ellos.
Hasta ahorita con bayonetas, libros de texto y padrenuestros, las castas gobernantes han castrado mentalmente a los ciudadanos para que hincados y cabizbajos aguanten el alza desbocada de impuestos que luego los ladinos se roban sin regresar nada en servicios sociales, para que aguanten los impunes asesinatos de indígenas para robarles sus tierras, para que aguanten los descarados robos de gobernantes y políticos de uñas largas, para que aguanten la venta por parte de la SRE y la PGR de ciudadanos mexicanos a las autoridades gringas, para que aguanten los terribles, caros e ineficientes servicios consulares de México en el extranjero, para que aguanten abusos militares, para que aguanten los brutales rescates financieros a banqueros y demás ladrones ladinos disfrazados de empresarios, con cargo a los bolsillos del pueblo......
Bien dice el mañoso y eterno ordeñador de la ubre gubernamental y senador panista "jefe Diego": Aquí nadie paga por las fechorías de los conquistadores. Para eso están los curas y los changos verdes, para que apacigüen a los malcontentos.
Al menos así ha sido hasta ahora.
Pero dicen en China que "Los planetas se mueven y las cosas cambian." Precisamente por eso se inventó en China hace miles de años el puesto hereditario de historiador de la corte (actividad totalmente independiente de la influencia del emperador para garantizar la imparcialidad de los récords), para que generaciones posteriores vieran las terribles consecuencias de los irresponsables errores de los gobernantes que obligan a la gente a reaccionar de las maneras más inverosímiles. (En cambio, los gobernantes ladinos mexicanos pagan fortunas a "historiadores" corruptos y ladinos como Enrique Krauze para que desvergonzadamente les laven sus fechorías, dejándonos sin historia digna de considerarse como tal. Únicamente para echar a perder tienen gracia esos cuates.)
La historia universal indica que su táctica cínica, o su cínica táctica, les saldrá cara a los ladinos que tan quitados de la pena han convertido México en un polvorín político. Creen que su negocito durará para siempre y que nadie se da cuenta de su juego sucio, o que al menos nadie puede hacer nada para defenderse.
Lo malo es que el principio de estrategia militar china advierte: "Cuando el pueblo se cansa y decide derrocar a los tiranos, estos ya podrán intentar reprimirlos con todas las tropas del mundo y ni así lograrán someter a los descontentos."
Inevitablemente, la parcialidad al "no pasa nada" y las fechorías de los avorazados y avariciosos gobernantes han ido acumulando resentimientos en el pueblo. El agua está llegando lenta pero inexorablemente al tope de la presa y puede hacerla reventar, pues "algo está pasando" aunque los gobernantes, locos de contento como viven, ni cuenta se hayan dado. El enorme dragón dormido que es la población pudiera desperezarse inesperadamente y dar violento coletazo que saque de su marasmo a los explotadores que andan exprimiendo al país sin que nadie se atreva a interrumpir su aquelarre con la mala noticia.
Nada más hay que manejar bien los tiempos.
Por ejemplo. Hay que esperar pacientemente a que los soldados indígenas y mestizos, entrenados muy bien en el Ejército y en instituciones extranjeras para reprimir al pueblo, se retiren eventualmente de la institución y se reincorporen a la vida civil en números suficientes para formar la columna vertebral de la fuerza física. Un indígena al que ya le quitaron el miedo a la muerte en las fuerzas armadas es igual de efectivo en combate a cualquier ladino gachupín en el poder.
Dejemos pues que el Gobierno entrene indígenas a granel. Al cabo que nosotros pagamos todo con nuestros impuestos.
Los actuales rumores de desorden civil entre la población son señal inequívoca de que el Cielo lleva a cabo un cambio radical en nuestra sociedad, aunque todavía no haya muchos signos visibles de los eventos que se aproximan. Excepto, claro, los habituales exabruptos de ineptitud y soberbia que a diario dan los gobernantes.
Estudiemos pues, por vía de mientras, ejemplos de las criminales tácticas de dominación que los ladinos le endilgan al pueblo, tácticas que son la raíz del negro futuro político-militar que le espera a ese grupo étnico tan ajeno al nuestro.
1. EL EJÉRCITO: Las Fuerzas Armadas "mexicanas" son en la práctica fuerzas de ocupación ladinas diseñadas exclusivamente para mantener a la población quieta y sin ánimos de organizarse para expulsar a los conquistadores del poder.
O sea, pagamos para que los canijos nos peguen.
Por eso el Ejército tiene metida la pata hasta el hombro en el "combate al narcotráfico," para justificar los excesos de fuerza tales como "levantar" gente sin orden judicial, alegando que andan tras narcos. (Como si no fuera del dominio público que los narcos y algunos generalotes verdes se llevan muy bien en lo oscurito, siempre y cuando los gringos no se den cuenta.) Precisamente para tener un control militar absoluto sobre el país el Ejecutivo designó a un generalote verde al frente de la PGR, para que le sirva de tapadera al Ejército en sus incursiones por el ámbito civil. Así ni explicaciones hay que dar.
Porque a ver: Arrestan los changos verdes al capo de la droga Benjamín Arellano, pero aparentemente lo hicieron sin orden judicial, misma que le presentaron ya en la cárcel y muchos días después al caposi, error legal suficientemente grave para que un juez federal declare ilegal la detención. Digo, si hubiera jueces dignos del nombre en México, pero no los hay. Es más, ningún juez ni "catedráticos de Derecho," tan parlanchines ellos cuando se trata de satanizar indígenas, han criticado nada de los abusos de los militarotes.
Después, como si el país fuera un campo de concentración (que lo es), ilegalmente interrogan los changos verdes al citado Benja en un campo militar sin notificar a la autoridad civil que se supone está sobre la del Ejército. (Y ya piden los miserables periodistas sobornados por el Ejército la desaparición del poder judicial civil, dizque para que el Ejército sea la única autoridad cuyos chicharrones truenen.) Luego, los changos verdes entregaron a su secuestrado-prisionero medio día después a un juez civil, pero sin decirnos a cuántos políticos, curas, gobernantes y militares ladinos implicó Arellano en su confesión, ya sean socios o cómplices en sus sucios negocios.
Es decir, al ocultar dolosamente la declaración de Arellano en el campo militar, el Ejército actúa como tapadera de corruptos y cómplice de los gobernantes implicados en "dejar trabajar" al narco. Si nosotros pagamos al Ejército y en efecto somos sus patrones, ¿por qué nos ocultan la declaración de Arellano?
Porque todo mundo sabe que el ex-presidente Salinas y su entonces Procurador Carpizo se negaron alguna vez a detener a Benja en las oficinas del embajador del Vaticano (blandengue y avaricioso monseñor itálico que le servía de mandadero al narco), por razones ($) fáciles de entender. Vaya usted a saber entonces qué le prometieron esta vez al ahora ex-narco los militares (posiblemente libertad incondicional a su esposa e hijos), con tal de que cierre el pico sobre gente importante en el poder involucrada en el tráfico de drogas, aunque a el personalmente se lo lleve el tren.
Pero lo más escalofriante es que sin ser todavía juzgado, encarcelan a Arellano en una cárcel de alta seguridad idéntica a los campos de concentración nazis, en flagrante violación a los derechos de cualquier ciudadano pues lo dejan prácticamente incomunicado, como si fuera ya convicto de los crímenes de que lo acusan. ¿En cuál código penal está legalizada esa tortura? Hunden a sospechosos en esos hoyos con rejas que tantas y enfermizas satisfacciones causan a las sádicas autoridades y nos dicen que dizque para que no escapen, ya que "no hay prisiones normales seguras." Y entonces, ¿para qué pagamos custodios? ¿Por qué no roban menos los gobernantes y mejor hacen más prisiones decentes y seguras donde los acusados peligrosos pero no convictos puedan estar detenidos? Al fin que para el Ejército no hay recortes de presupuesto.
Ninguna de las acciones abusivas que actualmente infligen los militarotes a los ciudadanos son atribuciones legales contempladas en el Código Penal, mucho menos en la Constitución. ¿Entonces?
Pues que en un país incivilizado como México gobernado por animales vestidos la legalidad no importa. Lo que cuenta es garantizar que un criminal como el ahora reo Arellano no abra la boca y escupa peligrosas indiscreciones sobre el verdadero nivel de corrupción y protección a criminales que emana desde el Gobierno.
Pero hay algo en esta situación mucho más peligroso para la sociedad: A lo peor los changos verdes le hacen luego lo mismo a cualquier ciudadano del que "sospechen" y no habrá autoridad judicial en el país que respingue. Todo porque hay que mantener el férreo control de los conquistadores sobre los malcontentos políticos. Misma razón por la que asesinan frecuentemente a abogados de narcos poderosos, para que no investiguen los actos ilegales del Ejército en los secuestros-levantones.
En todo eso hay una molesta piedrita en el zapato que nos concierne a los ciudadanos no-ladinos: Se necesita ser un pueblo salvaje para permitirle al ejército mano libre sobre la libertad y vida de los ciudadanos pagadores de impuestos, pues admitir tal caos es aceptar el fin del estado de Derecho.
Aunque por eso el ejército paga y corteja a periodistas ladinos, para que no digan nada sobre los abusos militares. Hay periodicototes capitalinos que parecen ser propiedad del ejército: Sus columnistas son propagandistas descarados de "las bondades" de los salvajes changos verdes. Hay escritores (as) tan sinvergüenzas que por una pinche invitación a comer al Colegio Militar se deshacen luego en piropos escritos a los matones uniformados. Esa es la fibra moral de "nuestros" periodistas ladinos. Viva México.
Con todo, lo más detestable es que el Cocacolo Fox nos presenta la vergonzosa, abusiva, ilegal y horrible situación jurídica del ex-capo Arellano dizque como "prueba de honestidad" en su administración. Eso es darle atole con el dedo a la mexicanada, no chingaderas.
Y otra cosa: ¿Por qué pagamos los ciudadanos guardaespaldas militares las 24 horas del día para el periodiquero fronterizo del Zeta, Blancornelas, si su pleito con los narcos es cuestión personal? ¿Quién autorizó al ejército tamaña babosada? El país no le ordenó a Blancornelas que se peleara con los Arellano buscando vender más pasquines. Ésa es bronca suya. El secretario de Gobernación Santiago Creel le retiró la protección a Digna Ochoa contribuyendo asi a su asesinato porque ella tenía conflictos con los militares, pero al periodiquero ladino le tienen asignada guardia permanente desde hace años solamente porque es sumiso lambebotas de los generalotes verdes.
¿Eso es gobernar, o lo hacen nomás porque nos ven la cara de estúpidos?
2. LA FALSA "GUERRILLA" MEXICANA: Los ingenuos piensan que en México hay grupos guerrilleros genuinos. Se equivocan.
Ni siquiera el EZLN es lo que parece, mucho menos los grupitos menores. Todos ellos son paleros del Gobierno ladino o cuñas de grupos ladinos para presionar al Gobierno. Por eso el sub-comandante Marcos puede viajar abiertamente a la capital protegido por el mismo Ejército, su "enemigo declarado," pues el dizque guerrillero es parte de la casta gobernante.
Ningún movimiento verdadero de resistencia al Gobierno ladino-gachupín, en ninguna época, ha durado ni echado raíces en el pueblo mexicano.
Desde que los espanholes invadieron este país se aseguraron que la indiada no se rebelara, utilizando conocidos métodos de ocupación aprendidos desde antes por misioneros y mercaderes gachupines en China. Primero nos quitaron el lenguaje imponiéndonos su retrógrada idioma, luego nos quitaron la religión propia y nos impusieron bajo pena de muerte la represiva y oscurantista religión católica. Los curas utilizan el lavado de cerebro para controlar a las masas, y la confesión para detectar incipientes intentos de rebelión gestándose en la indiada. Por eso la imagen oficial del nuevo santo, Juan Diego, es un mono de tez blanca, o sea del grupo étnico dominante, y de rodillas, postura preferida por el Gobierno para los mexicanos.
Los conflictos civiles mayores del pasado han sido únicamente pugnas por el poder entre los mismos ladinos: La supuesta "independencia" fue solamente pleito entre espanholes y criollos por el control de la riqueza nacional. La Cristiada fue pugna entre el clero y los gobernantes por la misma razón. La Reforma de Juárez fue producto de presiones extranjeras similares al "cambio" actual que nos trajo al Cocacolo Fox.
En cambio, los verdaderos malcontentos indígenas y mestizos son instantáneamente reprimidos y atosigados por espías del Gobierno y curas delatores, por lo tanto no hay movimiento de verdadera rebelión que dure ni prospere.
La mal llamada "guerrilla" mexicana actual son grupos formados y armados por políticos ladinos opuestos entre si y buscando botín político que incremente la influencia de ciertas familias ladinas. Si no fuera así, el Ejército ya los hubiera erradicado cual plantíos de amapola.
La supuesta guerrilla mexicana solamente sirve para justificar la presencia y abusos de las fuerzas armadas ladinas. Si usted quiere ser palero de los ladinos no deje de asistir el próximo 16 de septiembre a aplaudir el desfile de los changos verdes represores de la mexicanada. Lleve también a sus hijitos al desfile, después de confesarse, para que crezcan a todo dar en la mentira.
Alcabos que los ladinos apenas llevan cinco siglos viéndonos la cara de babosos.
METAFÍSICA: Su Alteza Real, la Princesa Margarita de Inglaterra, murió como vivió: Triste.
Nacer en palacios, entonces, no necesariamente garantiza la felicidad ni da protección contra el fracaso, la frustración y la desilusión.
Tomemos la cuestión de amores como ejemplo: Hay niñas románticas e ilusas que sueñan en casarse felizmente con un príncipe --aunque no sea muy azul-- y de retache convertirse automáticamente en princesas. Pero hay un error en esta fantasía, ya que películas y novelitas para enamoradas engañan a las niñas criminalmente. Resulta que casarse con un príncipe no garantiza más felicidad que casarse con un plebeyo del montón.
La felicidad, para bien o para mal, es más cosa del destino que de la posición social de las personas. Hay aristócratas infelices, y hay labriegos contentos. Todo es cuestión de destino.
Además, los príncipes usualmente van montados en altivos caballos que solamente reparten coces a los de a pie.
Debido a que desde la cuna vive rodeado de sirvientes, un príncipe necesita amantes sumisas, no pares en su posición. El príncipe necesita que otros lo hagan feliz a el, no el a otros. Y eso asumiendo que le gusten las mujeres, porque la mayoría de estos cuates son maricones descarados (o solterones empedernidos, si usted quiere llamarles así). Sabido es que hay lujosos y discretos hoteles en Nueva York que proporcionan musculosos chavos a jotos adinerados y a príncipes europeos. Uno de los clientes más asiduos a esos lugares, dicen, es el príncipe Eduardo, hijo menor de la reina Isabel II de Inglaterra.
Y ya mejor ni le cuento lo que se rumora sobre las joterías del príncipe Alberto de Mónaco, porque de seguro se acalambra usted y se va de espaldas al suelo.
En cuanto al príncipe Carlos de Inglaterra, primer heredero de la corona y que estuvo casado con la desaparecida Lady Diana, baste decir que mientras los medios mundiales decían que su impresionante boda con Diana fue un "cuento de hadas," los chismosos de Palacio decían maliciosamente que "la única hada aquí es el príncipe."
Y para empeorar las cosas, el otro día sorprendieron en una tienda de ropa de mujeres al hijo mayor de Carlos y Diana, el príncipe Guillermo, comprando furtivamente ropa interior femenina.
Precisamente hay ahorita en Europa un grupo de principitos madurones a quienes sus padres no pueden casar ni a punta de pistola. Imagínese por qué.
Y pensar que las ilusas quinceañeras se la pasan sueña-que-sueña en atrapar a un buen mozo de ésos.
El problema con las preferencias sexuales de príncipes (y princesas), es que las chicas que los persiguen se arriesgan a darse un frentazo al meterse a la cama con ellos. Si alguna plebeya logra la hazaña de cazar a un príncipe, más le vale que se prepare a compartir de buena gana su cama matrimonial con los amantes masculinos de su nuevo esposo. Por ejemplo. Dicen los intrigantes cortesanos ingleses que apenas meses después de su matrimonio ya se llevaban a la princesa Diana a la cama los guardaespaldas de su marido, el príncipe Carlos, pues todo mundo en Palacio conoce de la pata que cojea el simpático y bonachón heredero imperial. Pronto se cansó Diana de correrle a los mayordomos jotilongos al príncipe Carlos. Convencida de que no hay manera de curar a un hombre aficionado al pitirrín, se dedicó a darle vuelo a la pantaleta con diferentes amantes, actividad que la princesa practicó hasta el último día de su corta pero sexualmente activa vida. Aunque ya para entonces nomás era Lady Di, pues en el divorcio perdió el ansiado título de princesa.
¡Oh desilusión! Ni las princesas escapan a la mala suerte.
Aquí en nuestro México tercermundista las niñas ladinas mexicanas, al cumplir sus quince primaveras (dijeran las cursis reporteras de sociales), son llevadas en bola a países europeos (Austria, Alemania, Francia) donde la cereza del pastel del caro viaje es un baile de gala en la que sus parejas son apuestos cadetes militares rentados que las hacen girar por la pista de baile y las hacen soñar con príncipes el resto de sus vidas.
Pero que yo sepa, ninguno de esos apuestos muchachotes se ha casado con una ladina mexicana, aunque vaya tapizada con las joyitas de mamá. A lo mejor los arios galanes alquilados detestan a las ladinas mexicanas por "indias." O a lo peor también son adictos empedernidos a la soltería.
Pero decíamos que ser princesa (o príncipe), no es garantía de felicidad. Ésa fue la dura experiencia de la princesa Margarita de Inglaterra.
Qué hados tenía en su contra Margarita para no ser feliz? Sepa la rana. Pero al igual que la descocada y sudorosa princesita Estefanía de Mónaco, a Margarita la vida le trajo más penas que gozos, pues en los palacios hay cosas buenas pero también hay penas.
Ciertamente los aristócratas son zánganos por necesidad, y en eso Inglaterra es igual a cualquier otra monarquía. Pero la vida de Margarita pudo haber sido mucho mejor de lo que fue. Lo malo fue que, rodeada siempre de sirvientes-guardianes, Margarita aprendió a defenderse muy tarde, por eso le fue como le fue.
Pero empecemos por el principio.
Su Alteza Real, Princess Margaret Rose de York, nació el otoño del año 1936 en el frío y oscuro Castillo Glamis, cuatro años después que su hermana Elizabeth (Isabel para nosotros), la actual reina de Inglaterra.
Su hermana Elizabeth tomó las riendas del Reino Unido en 1952 cuando su tío, el entonces rey Eduardo VIII, abdicó en su favor para poder casarse con la plebeya gringa (divorciada de pilón y anatema para el reino anglicano), Wallis Simpson. Edward 8, también Príncipe de Wales, no solamente tejió descaradamente nexos con Hitler, pues la familia real inglesa es alemana de origen (el nombre de Windsor lo adoptó la familia durante la Segunda Guerra Mundial para que los súbditos británicos no les apedrearan el palacio), sino que ya en el trono exigía que al casarse con la señora Simpson (de la que se decía era arribista y lesbiana de hueso colorado, mientras que ella nada más presumía que sus técnicas sexuales las aprendió en un burdel chino en Hong Kong) se le otorgara a ella el título de reina consorte, pero Winston Churchill lo mandó por un tubo.
Ante el insulto a su real persona el Rey Edward VIII se enojó, hizo un berrinche de época, abdicó el trono y se exiló (mejor dicho lo exilaron) en Francia, encuerado de títulos y de cualquier privilegio real. Le dieron solamente el titulito Duke de Windsor y unas cuantas joyitas de la Corona. Con decirle que ni el uso del bastón de mariscal-de-campo que usualmente tenía derecho a usar, y que imploraba le dejaran usar todavía en el exilio, le permitieron. "Por maricón y pro-nazi," masculló Winston, quien ya sabía que en sus orgías homosexuales el entonces Edward the Eight gustaba vestirse de bebito-lalito en una cuna grande y que apuestos muchachones le dieran sabrosas nalgaditas en sus azules pompis (por lo de la sangre real, no por frías). Y eso, para las pulgas del machote y regordete Primer Ministro Churchill, fue el acabose: Le dio feroz patadón en el culo a Lalo Octavo.
(Y dirá usted: Bueno, pero y a mi qué jijos de la ya dije me importa si Edward Ocho era maricón? Pues a mi tampoco, pero es que así es la historia y tratándose de monarquías yo soy muy respetuoso de la verdad. Ya ve que luego los aristos [abreviación de la palabra aristócratas] ingleses se enojan mucho si uno les tergiversa los hechos. Y lo que menos quisiera yo es que Su Majestad Elizabeth the Second [así le tienen que decir a güevo sus súbditos ingleses, aunque para mi es simplemente Chabela Dos] me llame por teléfono a media noche [debido a la diferencia de horario entre Europa y América] para reclamarme algo. Se me caería la cara de vergüenza si eso llegara a pasar. Me vendría el insomnio, vagaría por los corredores de mi penthouse con la cabeza gacha emitiendo esporádicos y guturales lamentos, y finalmente fuera de mi, al borde de la locura, me pondría a escuchar completito el pinche programa radial del Cocacolo Fox.)
De manera que a resultas de los mencionados escandalitos en la monarquía, cuando Elizabeth fue coronada reina su hermana Margarita ascendió del cuarto lugar de la línea de sucesión al trono, al segundo.
Todo indicaba que la princesita era feliz, pero ya sabemos que nunca falta un pelo en la sopa. Y el pelo, o el peludo en este caso, resultó ser el maridito de su hermana la reina Isabel, el fichita príncipe consorte, Philip Duke de Edinburgh. Este cuate fue conocido antes como Philip de Grecia o Philip de Battenberg, y después de cambiar su apellido para obtener la ciudadanía inglesa y poder casarse con la todavía princesa Elizabeth, se convirtió en Philip de Mountbatten. Después de su matrimonio con la Chabelita, antes que fuera reina, le dieron el título de Duke de Edinburgh, más que nada para que no desmereciera la muchacha al presentar a su marido a otros aristos en las fiestas de Palacio. Su posición en palacio, desde hace cincuenta años, es la de consorte de la reina.
Philip es considerado un arribista con toda la barba. Su rama griega de parentesco lejano con la actual familia real (pariente de la Reina Victoria, y en consecuencia de la hija de Victoria y esposa del Zar Nicolás de Rusia, padres de la famosa Anastasia), no le auguraba brillante futuro entre los "aristo-reales." Pero su tío Louis, Earl de Mountbatten y amigo personal de la reina madre y de la que sería después Elizabeth Segunda, le aconsejó a su sobrino que se casara con la feita princesa Elizabeth para así escalar rápidamente escalones en la sociedad palaciega. Y el patito feo Philip no se hizo del rogar, pues eso mismo planeaba secretamente. El tío lo mandó a prestigiosa escuela privada para que se le quitara el acento griego en su inglés, luego lo dio de alta en la armada inglesa para que adquiriera rango naval, ya que el tío Louis era almirante naval y también alto oficial en el ministerio de Defensa.
Cuando el tío consideró que Philip daba el gatazo, lo presentó a la princesa Elizabeth con tan buena fortuna que al poco tiempo se casaron.
A mi no me lo crea, pero cuentan las retorcidas lenguas de los cortesanos que aunque a veces todavía se le notan arranques de maricón (y dale con los jotos) a Philip, ya que a la escuela que fue (donde también estudió su hijo el príncipe Carlos) los alumnos mayores tradicionalmente inician en la homosexualidad a los estudiantes recién llegados, el consorte griego también es propenso a la infidelidad con mujeres atraídas por hombres con títulos reales. Y lo peor, dicen, es que Felipin sedujo a la hermanita menor de la reina, a la princesa Margarita. Algo de eso habrá, porque resulta que el más grande romance de Margarita (con un plebeyo) Philip lo destruyó personalmente, pues tenía considerable influencia sobre su esposa Elizabeth y también sobre Margarita.
Dicen que Philip desbarató el romance únicamente por viles celos.
El citado romance, raíz de la infelicidad de por vida de Margarita, se gestó de la siguiente manera: Era los años posteriores a la Segunda Guerra, y un plebeyo ex-piloto y heroe de guerra de la Real Fuerza Aérea, el Capitán de Grupo Peter Townsend, entró al servicio de la familia real cuando Margaret tenía 14 años. Su posición era la de "equerry" del rey George VI.
La posición de equerry es en la práctica la de ayudante personal, el que paga lo que compre su rey o príncipe pues éstos no cargan dinero, por decir algo. Ahí comenzó y floreció discretamente el romance entre el ex-piloto y la princesa Margarita. El futuro de tal romance estaba condenado al fracaso desde sus inicios, pues aparte de la abusiva influencia de Philip sobre Margarita, Townsend era divorciado, lo cual en esos años era un escándalo. El rey supo del romance, pero no quiso lastimar a Margarita ni a su ayudante Townsend, así que le dio largas al asunto pidiéndole a la princesa que se esperara hasta que tuviera 25 años antes de intentar formalizar el romance, más que nada debido a la diferencia de clases. Y de edad, pues Townsend era 16 años mayor que la princesa.
A la muerte del rey en 1952, Townsend pasó al servicio personal de la reina madre y el romance subió de calor a pesar de los obstáculos en Palacio, especialmente los iniciados por Philip. Margarita era joven y bella, y a sus 17 años su pasión por su apuesto héroe Townsend la llevó a expresar en público su deseo de casarse con el Capitán (después que en la fiesta de coronación de Elizabeth en 1952 una periodista observó a Margarita sacudiéndole con la mano la solapa al saco de Townsend y entendió por el gesto que había intimidad sexual entre los dos). Tronó el cuete del love affaire en los periódicos, y hasta ahí dejaron llegar los intrigantes cortesanos el asunto, marcándole inmediatamente a Margarita el alto definitivo.
Y como el gato ya estaba fuera del costal y el pueblo sabía del romance, le advirtieron a Margarita que debería renunciar públicamente a su idea de contraer matrimonio con un divorciado. Ése fue uno de los primeros encontronazos de los súbditos contra la monarquía Windsor, pues la gente no entendió por qué si Townsend valía lo suficiente para arriesgar su vida en combate durante la guerra, no valía lo suficiente como persona para casarse con una princesa. Después de todo Townsend peleó precisamente para preservar esa monarquía que ahora, ya libre de peligro, esgrimía el pestilente asunto de las castas para impedir el matrimonio.
Pocos fuera de Palacio sabían del secreto entre el posesivo Philip y Margarita. Townsend era bien educado, bien parecido, discreto, y militar condecorado, pero nada de eso valió ante la celosa furia de Philip. Además, el Gabinete amenazaba con renunciar en pleno si la princesa se casaba con un divorciado sin sangre azul. Y si lo hacía, le advirtieron, sería llamada de ahí en adelante Mrs. Townsend, pues le quitarían todos sus títulos reales dejándola a la altura plebeya de su marido.
Azuzada por su marido Philip, la Reina Elizabeth también amenazó a Margarita con borrar su nombre de la línea de sucesión al trono si persistía en casarse con Townsend. Amenaza inocua, de papel. Pero Margarita finalmente se asustó no porque implicaba que le quitarían sus privilegios, sus derechos reales, y hasta la pensión que como parte de la familia real recibía. Lo que la espantó fue que descubrió, y convenientemente le hicieron saber, que en su batalla por la felicidad y el amor no contaba totalmente con el apoyo de Townsend.
Porque simultáneamente con la presión a Margarita, otros aristos trabajaron por separado al ex-piloto, advirtiéndole que el matrimonio arruinaría el futuro de la princesa y que lo mejor era que voluntariamente aceptara una indemnizacion para marcharse lejos de Palacio. Y el acomplejado Townsend cedió ante las diferencias sociales y acepto irse lejos de Margarita. Ésa era la verdadera batalla de su vida, no las peleas en el aire que sostuvo contra los pilotos alemanes de la Luftwaffe, y la perdió al abandonar feamente a una Margarita enamorada que sin pensarlo dos veces enfrentó el escándalo público confiando en la gallardía marcial de su hombre.
Indudablemente el siniestro Philip pudo haber sido capaz de amenazar a Townsend de muerte y más, pero caray, el amor de una princesa del corte de la pasional Margarita valía sobradamente el riesgo. Aunque fuera nomás por capricho. O para poner a prueba la temperatura de su propia sangre. Si Margaret estaba dispuesta a dar la batalla y casarse con el, lo menos que su galán pudo haber hecho era sostenerla para que no se la zarandearan los demás. Cuando hay comunión de verdad entre dos personas pueden convertir la arena en oro. Pero si no la hay, el oro se les convierte en arena. Y entre que lo convencieron de que era lo mejor para ella, y su propio complejo de plebeyo, Townsend sintió frío y arrió banderas. Junto con Philip selló el destino cruel de la ingenua muchacha.
Margarita, naturalmente, nunca esperó una reacción tan tibia de parte de Townsend, ni tan violenta de parte de Philip. Elizabeth y sus cortesanos se salieron pues con la suya, y separaron a la pareja, pero sin radicalismos, procurando evitar una reacción desmesurada de parte de la sensible Margarita. Con el cuento de que lo mejor era separarse temporalmente para sopesar correctamente y de lejos la situación, la reina mandó a su hermana menor a una gira oficial por lo que entonces era Rodesia. Luego, con Margarita ya fuera de Palacio mandaron a Townsend, discretamente y con su plena cooperación, de agregado militar a la embajada Británica en Bélgica.
Cuando la princesa regresó de su gira se encontró con la desagradable sorpresa de que el galante Peter ya no estaba en Inglaterra. Cuentan los cortesanos que Margarita se desplomó emocionalmente con la casi fuga del Capitán y la resultante separación. Margarita y Townsend no se volvieron a ver sino hasta dos años después, en 1955, cuando ella por fin entendió que Peter no tenía ya intenciones de casarse. Entonces Margarita le comunicó su decisión de renunciar a la idea del matrimonio al Arzobispo de Canterbury, y éste casi se mea en los pantalones del gusto. Luego Margarita anunció en público que había cambiado de opinión y ya no deseaba casarse con un divorciado como Townsend pues su obligación hacia el Reino Unido era más importante que su vida personal. La gente entendió que ésa no era la verdad. Aunque ya a esas alturas la sociedad estaba cambiando costumbres y divorciarse y casarse con divorciados no era más motivo de escándalo. Pero Margarita ya no podía dar marcha atrás en su situación personal.
De ahí para adelante, el Diluvio en la vida de la princesa.
Nunca más tuvo Margarita una relación sentimental tan fuerte como la que sintió por el ex-piloto. Endureció el labio superior, como gustan los ingleses hacer en situaciones adversas, y se dedicó a paliar su frustración amorosa dándole vuelo a la hilacha en todo el sentido de la frase, lo mismo con hombres que con mujeres. De hecho su futuro marido, un tal Antony, fotógrafo oficial de Palacio y maricón declarado, al divorciarse de ella la acusó públicamente de tener inclinaciones lésbicas cuando ella le llamó joto en público. Pero eso sería en el futuro.
Por lo pronto Margarita ahogó su desencanto socializando, haciendo giras oficiales, y volando de flor en flor y de fiesta a fiesta. "Cuando se nace con todo, hay que aprovecharlo," fue desde entonces su credo. Hija de un rey, princesa, hermana del príncipe de Wales, y hermana de la Reina, escasamente podía quejarse de que los dioses le dieron poco al venir al mundo. El problema es que aún así nunca encontró la felicidad sentimental, pues todo le salio mal. Aunque por ganas no quedó. Voluntariamente se tiró a la borrachera y a la perdición. Estiró la hebra todo lo que dio, hasta que la reventó. Literalmente.
Margarita bailó, cantó, dio fiestas y acudió a fiestas, patrocinó las artes y el teatro, ayudó a instituciones de caridad, se fue a la cama con quienes quiso. Y sabiendo que dañaba su salud, fumaba como chacuaco y bebía como camello. Quizás buscaba la muerte prematura para dejar de sentir dolor en su corazón por no haber logrado casarse con el hombre que amó.
En las postrimerías de 1959 Townsend cortésmente le informó por carta a Margarita, desde Bruselas, que se casaba por segunda ocasión. Y ella, naturalmente lastimada, se casó por despecho con el primer mono que se le atravesó, el fotógrafo Antony, arribista confirmado. Su apresurada e inesperada boda con el jotilongo tuvo lugar en febrero de 1960. La boda fue un espectáculo. Luego tuvieron dos hijos.
En 1973 el matrimonio con el fotógrafo entra en crisis cuando Margarita se enamora de su fogoso jardinero de 26 años, 18 años menos que ella. Ya para entonces el sentido del deber sobre consideraciones personales le valían madre a ella. Tres años después su divorcio se oficializa, y la princesa se dedica entonces a pachanguear.
En 1995 el gran amor de Margarita, Peter Townsend, muere a la edad de 80 años y ella pierde ostensiblemente el interés por la vida. La de por si ya demacrada salud de Margarita se deteriora aún más. Años antes Townsend admitió finalmente en una entrevista que hizo mal al no haber peleado por el amor de la princesa. Para entonces ella también había dicho que Townsend fue el que se echó para atrás en su planeado matrimonio. A nadie le importaba ya su drama personal.
Margarita sufre tres ataques de corazón en cuatro años, el último fatal. Muere en febrero del año 2002.
Cuantas oportunidades desperdiciadas. Cuantas cosas por hacer en esta vida que no se hicieron.
Por eso la casi inútil vida de la princesa es importante para nosotros, muestra de que hay retribución y vida después de la muerte. Evidentemente Townsend, Philip y Margarita continuaron en esta vida una relación que ya traían empezada desde vidas anteriores. Y en el futuro los tres personajes se encontrarán de nuevo aquí, pues su historia obviamente no ha terminado. Volverán a nacer, en posiciones sociales peores o mejores que las que tuvieron esta vez, pero volverán a ver sus vidas unidas entre si.
La vida, aunque sea difícil de creer, no es algo único e irrepetible. No se acaba con la muerte, aunque a muchos no les guste. Hay reencarnación y hay retribución. Mientras más pronto aprendamos este principio menos sufriremos ahora y en vidas posteriores.
Ya lo de nacer en palacios o en ghettos es simple cuestión de destino, lo importante es saber que lo que les hagamos a otros nos lo harán después a nosotros.
De seguro.
* Master, Estrategia Militar China
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