Bárbaros les dicen en China a quienes no conocen los clásicos chinos. A los extranjeros, por lo regular.
Generalmente la buena educación refina la mente de las personas. Pero debido al nivel de materialismo y control de etnias que prevalece en la educación occidental, a muchos de los llamados ''bárbaros educados'' no los separa nada de los cuadrúpedos. Aunque se hayan graduado de prestigiosas universidades, ignoran el significado de la cortesía, de la ética, de los principios que sostienen eso que llamamos civilización. Con mayor razón si nomás fueron a la UNAM. No olvidamos los mexicanos la imagen de Roque mostrando los genitales al pueblo, eufórico por la victoria legislativa del PRI al imponer el IVA mas alto. Y qué decir de políticos y generales que hacen de la destrucción de indígenas y campesinos su ocupación predilecta.
Pero lo verdaderamente horroroso es que en la variada fauna de bárbaros los hay también religiosos. Ni los vaticanos ni los fundamentalistas islámicos están ajenos a la barbarie por más que asesinen ``en nombre de Dios.'' Lo saben demasiado bien los huérfanos y las viudas víctimas de las ambiciones nada divinas y más bien materiales de los ``religiosos.''
Cuando a los furibundos y nada humildes líderes cristianos e islámicos les da por ``difundir la palabra de Dios,'' agárrense, porque van a matar prójimos al por mayor. (Y si el Ratón Vaquero (Fox) y el PAN llegan a la presidencia en el 2000, el país se convertirá en gigantesca iglesia al servicio del Vaticano.)
¿A quiénes, si no a bárbaros, se les ocurre infligir sus creencias religiosas machete en mano sólo porque es buen negocio?
Los bárbaros, pues, son insensibles de raza a las rigurosas reglas de la civilización. Sólo ven gente y no vidas. Y al no apreciar la diferencia, matan sin tentarse el corazón.
Aqui gobiernan a cruz y fuego porque si el refinamiento cultural nunca alcanzó a sus ancestros de ultramar, menos lo hizo con sus descendientes. Por eso la Santa Inquisición reina aquí exactamente igual a como lo hizo en siglos pasados. El sistema inquisitorial nunca cerró sus puertas aquí.
Aunque la raza humana en general dejó atrás sus costumbres cavernarias, el tiempo hizo una comba en el espacio para los criollos mexicanos. Estos cuates piensan como lo hacían sus antepasados hace quinientos años.
La única diferencia es que las despiadadas técnicas represoras del Santo Oficio no las aplica hoy el Vaticano, sino la gente en el poder. Ellos son los nuevos inquisidores. Cambiaron la sotana por el traje y por la bota militar. Pero su inclinación a la barbarie sigue intacta.
Bien. ¿Pero qué fue, y es, la Inquisición? Hagamos un poco de memoria para ponernos de acuerdo.
Originalmente la Inquisición se autoerigió como Tribunal católico, y represor por los cuatro costados. De la misma manera en que la ley civil castiga criminales, la Inquisición ejecutaba y confiscaba las propiedades de sus víctimas, de quien ofendía ``el nombre de Jesús, hijo de Dios.'' Ofender a Jesús era traición igual a la de Judas, y a los culpables el Vaticano los excomulgaba primero y luego los asaba vivos. Y sin salsa.
Los curas alegan (incorrectamente) que la Biblia es un documento histórico, de ahí que se tomen tan a pecho lo de Jesús.
Pero los judíos perdieron desde hace milenios el significado original de la Biblia, por eso es una barbaridad ejecutar gente por lo que se dice en ese mitológico libro. Y por eso desde hace más de veinte siglos mandaban emisarios religiosos a China a recoger principios taoístas que les explicaran lo que ellos ya no entendían.(Por eso Jesús apareció en China cuando era adolescente, aunque no murió en la cruz.)
La historia de Jesús es parcialmente ficción, o sea hecha a la medida. Por eso encaja perfecta y convenientemente, como todo lo que es inventado. (Un día que esté lloviendo le cuento la verdadera historia del taoísta que fue martirizado en China y cuya historia es la base del cuento de la crucifixión de Jesús.)
Los principios religiosos del Nuevo Testamento están basados en la promoción del bien y en la creencia en Dios. Son pues copia de las enseñanzas de Confucio y Mencio.
Pero mientras los filósofos chinos aseguran que el hombre nace inocente y aún si descarrila el camino hay esperanza de reformarlo, el catolicismo es radical y pregona que el hombre nace con ``pecado original,'' condenandolo de antemano y sin esperanza, acusado de tener naturaleza con la raíz podrida.
Precisamente debido a la falta de principios religiosos propios la religión católica fue en sus comienzos un circo religioso que mezclaba en los servicios a laicos y curas. Los fieles y sacerdotes bailaban y cantaban en total desorden, a veces hasta encuerados y ebrios. Se sabe por rumores de la época que ya borrachos los feligreses, los servicios acababan seguido en orgías sexuales.
Pero con el conocimiento taoísta-budista traído de China el catolicismo adquirió poco a poco orden en sus rituales. Al final la Iglesia amalgamó las leyendas religiosas judías con los rituales chinos, y sazonó el santoral con fechas de antiguas celebraciones paganas de Roma, Grecia y pueblos intermedios.
Pero nadie todavía le puede dar una interpretación fija a la Biblia, pues cada quién infiere lo que le da en gana y de ahí que haya tantas ramas del cristianismo. Cualquiera puede empezar su propia iglesia si su propia interpretación de la Biblia es diferente a la de otros. Por eso las religiones orientales tienen más sentido para nosotros ya que sus enseñanzas inculcan la superación espiritual propia y son lógicas. En los Estados Unidos el budismo se está extendiendo a pasos agigantados y el taoísmo le viene pisando los talones. Y es que los gringos no son tontos.
Desgraciadamente la confusión religiosa llevó a la bárbara invención de la Inquisición. Había que imponer el catolicismo a espadazo limpio para evitar que los fieles piensen, pues los teólogos no tienen respuesta lógica a los ``misterios de la Biblia.'' Pero si los curas no tienen autoridad divina para autollamarse puros y santos, mucho menos la tienen para acusar a otros de herejes y supersticiosos.
El catolicismo se medio salva porque la influencia taoísta le da un toque místico y misterioso a los rituales católicos. La misa, por ejemplo, es un ritual totalmente mágico pues la Eucaristía contiene la transubstanciación de vino y pan en sangre y cuerpo de Cristo. Esto confirma pues que la misa es un ritual de ocultismo.
Pero en realidad todas las religiones están ligadas al ocultismo, de otra manera serían una rama de la ciencia. Aún así, no es honesto que los curas llamen a los chamanes supersticiosos. Si a supersticiones vamos, supersticiosos son tanto los católicos como los brujos, como los budistas, como los taoístas. Lo reprobable del catolicismo es que los curas utilizan los poderes del ocultismo, pero exigen el monopolio de su práctica.
Y vaya si los curas son come-solos.
Porque es mentira que chamanes mexicanos les hagan trabajitos de brujería a los políticos (qué más quisieran los brujos). Los políticos emplean únicamente a los curas para sus trabajitos, por eso los pre-candidatos departen en sus banquetes con obispos y no con brujos de pueblo. Por eso los curas, y no los humildes curanderos, son invitados permanentes a los actos oficiales.
Pero de que los vaticanos son brujos, lo son.
Es más. Desde hace al menos trece siglos, según los archivos vaticanos, un concilio católico les prohibió a los curas europeos un ritualito de brujería que usaban los canijos para darles mate a los prójimos laicos. Resulta que los curas utilizaban la misa de muertos (o de réquiem, replica exacta del ritual funerario taoísta) no para lograr la paz espiritual de los difuntos, sino para matar gente.
Y aunque los anales vaticanos no explican en qué consistía ese ritual de magia negra, acá entre nos se lo voy a platicar ya que es idéntico a un antiquísimo y letal ritual chino de ocultismo.
Primero los curas efectúan la misa de réquiem o de cuerpo presente, pero en este caso sin difunto y repitiendo el nombre de aquél a quien se quiere dañar. Los sacerdotes piden su muerte inmediata y tocan las campanas para misa de muerto simultáneamente. Los tañidos llaman al espíritu de la víctima y la persona muere prematuramente. (A menos, desde luego, que la víctima conozca el ritual-antídoto taoista para esta ceremonia.)
Pero hay más. A veces los curas se sobre-excitan y terminan matándose entre ellos con los rituales. Hace exactamente 500 años los miembros de La Cámara de la Catedral de Cambrai (Francia) celebraron misas negras para destruir a su más enconado enemigo....su propio obispo.
Además los curas pueden provocar la ruina de países enteros con sus rituales de ocultismo, y también lavarles el cerebro en masa a los ciudadanos que se dejen. Por eso son prepotentes y nada humildes. (Pero los rituales taoístas son mucho más poderosos. Créamelo, porque yo conozco bien los dos métodos y si el católico fuera mejor ahí estuviera yo.)
Retomemos entonces la hebra del asunto principal.
Después de sus primeros mil años de existir rigurosamente como religión, la Iglesia no tenía muchos fieles ya que había muchas otras sectas cristianas. Los curas que compraban el anillo y rango de obispo, por ejemplo, luego no tenían tela de dónde cortar para recuperar su inversión.
Aunque sus antecesores ya habían empezado el glorioso trabajito del monopolio religioso, fue el Papa Inocente Tercero (que de inocente no tenía nada) quien dio el último paso para eliminar la competencia religiosa con la Inquisición y de paso hacer rico al Vaticano. Como quien no quiere la cosa, Inocente declaró que de entonces en adelante ``todos los herejes'' pagarían con la vida su osadía y con sus bienes materiales su crimen.
Para empezar, y por sus meros tacones altos, en 1215 Inocencio declaró ilegales a los predicadores ambulantes, a los no autorizados por la Iglesia. Éstos se atrevían a predicar y practicar la cristiana pobreza, y con eso echaban a perder el negocio católico de explotar el temor de los poderosos al Infierno. En una bula papal, o edicto, el Vaticano declaró excomulgados a todos los predicadores callejeros.
¡El monopolio católico estaba en marcha! No había más Dios en el Universo que el dios biblico. Y su hijo Jesús, por supuesto.
La Iglesia se tomó también para sí poder idéntico al de la ley civil. Organizó bandas de maleantes encabezadas cada una por un cura, autollamadas ``los cruzados'' y cuya función era peinar la población buscando a los predicadores ``espurios.'' Al predicador que encontraban lo ejecutaban en el acto y en el mismo lugar. A esos sacerdotes víctimas de sus ``hermanos'' si que les resultó cierto aquello de ``aquí te agarro, aquí te mato.''
El atrevido plan vaticano demuestra que cualquiera puede hacerse rico de la noche a la mañana siempre y cuando esté dispuesto a robar y matar prójimos. Así le hizo el Popis Inocencio, así le hizo el Mochaorejas, y así le hacen muchos gobernantes y cuicos corruptos.
Porque aunque usted no lo crea, hace ocho siglos el sistema inquisitorial operaba exactamente como el actual sistema judicial. Bastaba la sospecha de los curas, no pruebas físicas, para que se librara orden de aprehensión contra sus víctimas. (La verdad estamos peor ahora, porque los cuicos encapuchados ni orden de aprehensión necesitan, nomás levantan y ejecutan a sus víctimas. Y encima persiguen a los abogados de los prisioneros como si defender arrestados fuera crimen contra el Estado, algo jamás visto en el pasado.)
La inquisición empleaba, para taparle el ojo al macho, un fiscal que dizque estructuraba los casos contra las víctimas. Esto se hacía interrogando a los vecinos y compañeros de trabajo de los arrestados. Como se hace hoy.
En 1249 el Papa Gregorio Noveno se cansó de utilizar cuicos municipales y formó su propia Policía Preventiva, digo, Vaticana. Este tenebroso cuerpo secreto de represión se formó con agentes especiales llamados pomposamente ``inquisidores contra la depravación herética.'' Ahora simplemente le llamarían la PGR. O ``Inteligencia'' Militar.
La función de los cuicos vaticanos era intimidar a la población y afianzar rápidamente a sangre, fuego y cachetadas el poder del Papa Goyo. Estos inquisidores empezaron la moda de encapucharse para que no los reconocieran sus víctimas, y ya nunca se les quitó la maña. Aunque nunca llegaron los vaticanos a la barbaridad de encapuchar prisioneros, costumbrita cruel que por cierto nos llegó de la China maoísta, vía instructores de otros paises.
El pilar en el que descansaba el éxito de la Inquisición era el secreto total entre los vaticanos conjurados. Ningún inquisidor podía desvelar lo que oyera o viera. Ni aún a sus esposas o amigos. Mucho menos a los compadres. Los curas involucrados en la matazón de gente guardaban un silencio estremecedor acerca de sus actividades y se llevaban esos secretos a la tumba.
La función primordial de los agentes del Papa era, dijimos, destruir herejes, llamados en ése entonces ``criminales religiosos.'' Era tan poderosa la brigada vaticana, que nomás les faltó Televisa echándoles una manita para limpiar su imagen de matones con sotana.
Porque fíjese. En el México actual los cuicos amenazan a los arrestados diciéndoles, ``Confiesa o te aplicamos la chicharra y la camita.'' Ni necesidad tienen de espantarlos más mencionándoles el ilegal pero igualmente definitivo tiro de gracia. Por su parte, los inquisidores les decían desde el siglo trece a sus presos y presas, ``Arrepiéntete y canta, o te hacemos barbacoa vivo.''
Esto quiere decir que todo sigue igual.
Pero en Europa las quejas por las atrocidades y brutalidad de los curas del siglo trece no se hicieron esperar, ya que allá eran y son mucho menos tolerantes a los abusos que los mexicanos de hoy. Con profundo pesar, el Popis se vio forzado a disolver su cuicada vaticana y otorgar en exclusiva la chamba de inquisidores a los frailes dominicos, que tenían fama de intelectuales y teólogos.
Pero es que nadie les había dado antes a los dominicos poder de vida y muerte sobre los ciudadanos. Una vez que se vieron con licencia para quemar y despojar de sus fortunas a los herejes, los dominicos se desataron.
Los dominicos resultaron ser de naturaleza intrigante como todos los curas, e impusieron el sistema de delación y de ``testigos protegidos.'' Después organizaron a futuros soplones en bandas de espías religiosos que eran ``los ojos y oídos de la Iglesia.'' (Si se le hace familiar todo esto es porque es el mismo sistema que impera aqui.)
Los frailes empezaron su reinado de terror como Dios manda, pidiendo a la población que denunciara a todo vecino sospechoso de ser hereje.
Bastaba que al delator le cayera mal el compadre para denunciarlo por infiel. Cuando el infortunado sospechoso era arrestado ya sabían los interrogadores religiosos hasta de qué color eran sus calzones. Además, el acusado no podía conocer la identidad de su acusador, de manera que no sabía ni de qué o de quién defenderse. (Igualito pasa aquí.)
Ah, pero eso sí. Cada arrestado tenía la privilegiada opción (como hoy) de convertirse en soplón o testigo protegido, y salvar el pellejo si denunciaba a otros. No importaba si la acusación era verdad o mentira, el asunto era generar más presos para confiscar más propiedades y fortunas y dar empleo a más cuicos.
Para destruir la herejía, decían los inquisidores, había que destruir a los herejes.
La Inquisición tambien utilizaba el ``levantón'' para ahorrarse orden de aprehensión. Se utilizaba (como hoy) la incomunicación de los arrestados como arma filosísima para intimidar a las familias y amigos de los desdichados, ya que no les permitían ``ver'' a los enjaulados. De los inquisidores nos viene pues la actual y cruel costumbre de que los cuicos nieguen que arrestaron a un ciudadano, escondiéndolo sádicamente de sus familiares al trasladarlo en secreto de un lugar a otro. O lo refunden simplemente en un campo militar.
(Me dicen que no hace muchos años los soldados arrestaron en Jalisco a un narco. Desesperados, los parientes fueron con sus abogados al campo militar para solicitar que los dejaran ``ver solamente'' al preso. Obviamente esto era para constatar que estaba vivo. El oficial a cargo de la prisión mandó traer al reo a su presencia. Luego preguntó a los parientes, ``¿Ya lo vieron?'' Éstos asintieron. Inmediatamente el bárbaro sacó su pistola y le dio un tiro en la cabeza al prisionero. Si la Inquisición era para matones convencionales, los militares que toleramos tienen la gracia adicional de estar locos.)
Tampoco tenían los arrestados por la Inquisición (ni los de hoy) derecho a que un abogado estuviera presente durante los interrogatorios o sesiones de tortura. Al contrario, los interrogadores le decían (y dicen) al preso, falsamente, que sus amigos habían cantado ya. O sea no hay interrogación para buscar la verdad, sino linchamiento.
Antes y hoy la tortura y la cárcel van juntas en algunos países. Y es que el motto de nuchos interrogadores (y el de Pinochet y demás militares) era que ``sin tortura no dicen la verdad los arrestados.'' En el cerebro de los torturadores no cabe el concepto de la investigación. La realidad es que bajo tortura los prisioneros ``cantan,'' si, pero lo que quieren oír los victimarios.
Como no había separación de Iglesias y Estado, decía Inocencio el Cuarto (a muchos papas le gustaba adoptar tal nombre) que los herejes son iguales a los sospechosos de asesinato. Con esto la tortura para forzar confesiones estaba más que justificada para la Iglesia. Y eso que los curas se dicen servidores de Dios. Qué tal si sirvieran al Diablo.
Y en el colmo de la sorna decían los curas que ``La tortura es un acto de benevolencia pues al confesar, el torturado salva su alma al reconciliarse con Dios.'' Yo pienso que si el Ratón Vaquero (Fox) llega al trono legalizará la tortura.
Desde luego que los curas no torturaban en persona. Turnaban sus víctimas a los torturadores uniformados. Pero no es extraño que los inquisidores antes y los cuicos de la PGR hoy tengan el mismo promedio de exito en ``confesiones:'' el 90% de los interrogados ``cantan'' aunque no sean culpables y tengan testigos a su favor que desmientan las acusaciones de las autoridades.
Un número grande de cuicos arresta a muchos criminales y hay que darles trabajo a todos para evitar el desempleo. Hoy, si no hay mochaorejas los bárbaros cuicos corretean a narcos y alzados aunque sean inventados. Igualmente, cuando en el siglo catorce acabaron con los herejes, los bárbaros curas corrían el riesgo de ver desmantelado el aparato represivo y dejar sin chamba a un montón de inquisidores, por lo que el bárbaro Vaticano se inventó la caza de brujas.
Sí. El Popis y el Rey de Francia se asociaron para explotar esta jugosa veta de oro que fueron los brujos. (Igualito a como hoy se asociaron los legisladores panistas y priístas para aprobar el cuantioso e histórico robo contra los pobres en México a través del Fobaproa.)
En 1307, en Francia, Felipe el Hermoso estaba quebrado y andaba más melancólico que de costumbre. Su reino, o mejor dicho su Corte, se perdía en la pobreza. Al igual que el Papa Inocencio un siglo atrás, y que los legisladores aztecas con su legalización a los juegos de azar hoy, Felipon descubrió que estaba rodeado de víctimas propicias y ricas. Resulta que los Caballeros del Templo (de Jerusalén) que regresaron de la primera Santa Cruzada trajeron consigo un enorme botín arrebatado a los árabes que asesinaron con el cuento de que eran ``infieles.''
Los templarios fueron militares al servicio de la Iglesia - frailes en armadura - y obviamente su tesoro fue de incalculables proporciones pues adquirieron castillos, tierras, negocios, y sirvientes negros, blancos y azules a granel.
Simplemente no se le veía fondo a la fortuna que manejaban los soldados con sotana. Felipe el Hermoso se ponía hasta feo de envidia pues los templarios no se mochaban ni con el ni con el Popis.
Y así les fue a los rudos pero avaros templarios, ya que el Papa le dio a Felipe el Chulo la excusa para que los atornillara. Dijo el Papa que ``Los brujos obtienen poderes mágicos renunciando a Dios y al bautizo, y adorando al Diablo.'' Mágicas palabras, pues Felipe inmediatamente declaró brujos a los templarios. Con esto quedó allanado el camino para confiscarles legalmente sus riquezas y además calentarlos vivos en la hoguera.
Cómo estarían de ricos los templarios que al bello Felipe le tomó siete años de persecución continua el liquidar la orden y poner en brocheta vertical a todos los que tenían botín digno de arrebatárselos.
Cuando achicharraron a todos los templarios en Francia y a las brujas y brujos en Alemania y Portugal, los curas siguieron con la corretiza a los ricos, pero esta vez en España y contra los judíos. A éstos la Inquisición les exigió que se convirtieran al catolicismo so pena de quemarlos y confiscarles sus fortunas.
Esa franquicia de la Inquisición se la vendió el Papa Sixto el Cuarto (pa' nombrecito) a Fernando el Católico y éste a su vez tuvo a bien escoger que el Estado y no la Iglesia fuera el ejecutor de la persecución. De esta manera Nando se aseguró el botín entero para el solito. Menos la mochada del Papa, claro.
Así fue que con bombo y platillo, y frente a representantes de la Iglesia y del Estado (como se hacen los informes anuales del reyecito priísta en estos días) empezaron en los últimos años del siglo quince las chamusquinas de herejes en España. Y como ya desde entonces los curas mostraban curiosa obsesión por el pene humano, a las víctimas de la Inquisición les arrancaban el pene (sin anestesia local ni general) antes de asar vivos a los desafortunados. Quién sabe qué tantas brujerías no harían los frailes en los monasterios con tanto apéndice sexual.
El caso es que los ibéricos hicieron de la Inquisición un instrumento eficaz para controlar los pensamientos y las acciones de la población. La gente sólo podía decir, pensar y creer en lo que los curas les permitían. Y éstos no permitían, ni permiten, más que hincarse y rezar.
Las reglas de la Inquisición que tan bien conocemos fueron puestas a punto en España por su Inquisidor General, Torquemada, en 1490. Torquemada fue un depravado sexual, nada sorprendente en los curas, al grado que la chusma le bautizó con el remoquete de ``monje libidinoso.'' Lo malo es que también era cruel e intolerante.
Los arrestados por órdenes de Torquemada usualmente desaparecían en prisión sin dejar rastro. Y como sucede hoy en México, las familias y los amigos de los arrestados no tenían soporte legal alguno para exigirle cuentas a las autoridades. Sólo les quedaba, y les queda, el rezar.
El Santo Oficio del siglo quince empleaba en España métodos represivos como aceptar evidencia válida para los tribunales eclesiásticos la información de soplones. A los sospechosos no se les permitía la presencia de abogado defensor durante las palizas. Los curas sólo permitían el testimonio perjuro de testigos pagados por ellos. Las falsas acusaciones contra los sospechosos eran consideradas válidas para los curas.
Con la llegada de los españoles a México en el siglo dieciséis nos cayó también el Santo Oficio. Rápidamente los inquisidores decidieron que los indios mexicanos que sobrevivían al trabajo forzado no eran dignos de conversión. Esto los hacía elegibles a la hoguera y a la confiscación de sus propiedades para enriquecer las arcas del Vaticano.
Luego, con la bronca entre el ladino Benito Juárez y los curas, el Estado le recortó las uñas al clero pero para beneficio propio. Cual nuevo Fernando el Católico, Juárez les quitó la franquicia del robo público a los vaticanos y la puso en manos de los gobernantes. (Hoy día Herzog quiere repetir el truco de Juárez y se dice orgulloso ``de parecer'' indio mexicano.)
En México, al cambiar la Inquisición de manos vaticanas a manos ladinas y seglares, el principio vital del Santo Oficio, el secreto total, pasó intacto a manos de los inquisidores sin sotana. Hoy todos los que llegan al poder saben que primero muertos que desvelar los secretos del andamiaje.
¡Ah, si los inquisidores que gobiernan hablaran, qué no dirían! Lo que contarían los ex-presidentes, los politicos y banqueros. Pero no hablarán.
Por eso el actual secretario de Marina elogió a su colega, el ya difunto general Barragán, por su discreción acerca de lo que realmente pasó durante la Matanza del 68. El militar naval considera que Barragán actuó con lealtad porque ``No abrió la boca. Es un hombre maravilloso que supo callarse.''
O sea Barragán aseguró con su silencio la continuación de la estirpe ladina sobre la estirpe indígena. Por eso los inquisidores ladinos prosperan, y es que algunas etnias tienen el extraño don de hacer sufrir fácilmente a otros.
Por eso el título de esta columna: ¡Apiádate, Inquisidor!
Pero si la Inquisición ladina es tozuda y la avaricia la incita a seguir machacando indios, el antídoto son los rituales taoístas.
Los rituales pudieran ser el primer jalón del hilo. Cinco siglos de explotar un pueblo tan generoso, noble y dócil como el mexicano deberían ser ya ganancia más que suficiente.
Porque no hay nada más poderoso que los rituales chinos. No hay persona, grupo, ejército o país que resista los rituales. Y si nuestros antepasados indígenas no se hubieran amilanado, hubieran derrotado eventualmente al invasor con los rituales de la época, a pesar de que los españoles traían consigo armas de fuego. Les faltó perseverar pidiendo en las peticiones a sus dioses la destrucción total del enemigo.
(Cuentan en China que un taoísta fue en espíritu al otro mundo y los dioses le mostraron el lugar. En una sección enorme vio innumerables paquetes de todos tamaños y ricamente adornados. Preguntó por su contenido y su guía le contestó que encerraban deseos y favores pedidos por la gente al Cielo. Pero se desesperaron y pararon de formular sus plegarias y peticiones, así que nunca los recibieron.)
Lo que es venenoso hay que exorcizarlo. Para eso se hicieron los rituales taoístas, para alejar la desgracia y atraer la buena fortuna y la felicidad.
GUERRILLAS: Los modernos y sofisticados armamentos no son factor que incline definitivamente la balanza a favor de soldados que combaten contra irregulares.
Aunque así lo crean los militares y sus asesores extranjeros.
Por más que el secretario de la Defensa adquiera lo último en tanques y aviones de guerra extranjeros, mientras la guerrilla tenga a los andrajosos de su lado el conflicto armado en México no hará más que crecer pues los pobres nunca se acaban.
Las guerras convencionales y de guerrillas las empiezan y las acaban los hombres, no las armas. El armamento no pasa de ser herramienta en manos de los combatientes. Por eso más que las armas siempre serán mucho más peligrosas las ideas y la estrategia militar.
Así fue en el pasado, así es ahora, y así será por siempre. Al menos mientras haya seres humanos en la Tierra.
* Master, Estrategia Militar China
E-mail: visionpf@direct.ca
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Copyright © 1999, Francisco J. Vargas